
Expertos en sustento ponen el foco en cómo una correcta víveres, rica en polifenoles, fibra y alimentos fermentadospuede tener un impacto positivo en su permanencia, contribuyendo así a predisponer enfermedades crónicas.
El Dr. Francisco Hinahones, catedrático de Medicina en la Universidad de Málaga y superior del Servicio de Endocrinología y Alimentación del Hospital Universitario Impenetrable de la Trofeo, es una figura de relato franquista en el estudio de la obesidad, la diabetes y el asimilación.
Ha liderado incluso numerosos estudios sobre la relación entre microbiota, obesidad, inflamación y enfermedades metabólicas.
Son enfoque integrador considera no solo la dieta, sino incluso el control, el sueño, el estrés y el entorno social como claves del bienestar.
Los beneficios de la dieta mediterránea
Según Tinahones, “el permanencia de la microbiota intestinal, al ser susceptible de modificarse mediante la dieta, desempeña un papel esencial en nuestra salubridad. Para perseverar un estado perfecto de bienestar, se recomienda seguir un patrón de estilo de vida saludable como la dieta mediterránea”.
Esta dieta, considerada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCOes mucho más que una forma de alimentarse: es una filosofía de vida basada en el consumo de productos frescos, de temporada y locales, el respeto por las tradiciones culinarias, la moderación y el disfrute de las comidas en compañía.

La dieta mediterránea es rica en fibra, ácidos grasos saludables, antioxidantes naturales y alimentos fermentados como el yogur, el kéfir, las aceitunas, el vinagre, el pinrel curado, las uvas pasas, el pan de masa raíz o la cerveza artesanal.
Todos estos alimentos pueden tener un papel importante en la modulación positiva de la microbiota intestinal.
- Adicionalmente de los lácteos fermentados, destacan en esta dieta las legumbres (como garbanzos, lentejas y alubias), los pescados azules (sardinas, jurel, atún), el marisco, el óleo de oliva impenetrable extra, frutos secos (nueces, almendras, avellanas), frutas (manzanas, granadas, cítricos), verduras y hortalizas variadas (espinacas, tomates, cebollas, alcachofas), así como especias y hierbas aromáticas (como el romero, el orégano o la albahaca), todas ellas fuentes importantes de compuestos bioactivos como los polifenoles.
Los polifenoles, en particular, son compuestos antioxidantes de origen vegetal presentes en muchos de estos ingredientes. Se encuentran en el lúpulo, la cebada malteada, las uvas, las moras, los arándanos, las manzanas, el té verde, el óleo de oliva impenetrable extra, el caldo tinto y en otros alimentos tradicionales del ámbito mediterránea.
Estos compuestos no son probióticos en sí, ya que no contienen microorganismos vivos, pero tienen bienes prebióticoses proponer, estimulan el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino y promueven una microbiota diversa y equilibrada.
¿Cerveza? Sí, gracias

La cervezasiempre que sea consumido con moderaciónn, preferiblemente artesanal y sin filtrar, incluso puede contribuir a este permanencia gracias a su contenido en polifenoles, fibra soluble y otros micronutrientes como las vitaminas del reunión B y minerales esenciales (selenio, magnesio, potasio, silicio).
Más del 90 % de la cerveza es agua, lo que incluso favorece la hidratación, y algunos estudios sugieren que su consumo moderado puede tener bienes antiinflamatorios y antioxidantes.
El Dr. Tinahones insiste en que “los potenciales beneficios del consumo muy moderado de cerveza se dan siempre y cuando se realice de forma responsable, acompañada de alimentos y internamente del patrón del estilo de vida mediterráneo“.
En este sentido, las recomendaciones establecen una ingesta máxima de 200-300 ml al día en mujeres adultas sanas, y de 400-600 ml diarios en hombres adultos sanos.
La función de la microbiota

La microbiota intestinal está formada por billones de bacterias que cumplen funciones esenciales: intervienen en la digestión de alimentos no absorbidos en el intestino delgado, sintetizan ciertas vitaminas (como la B12, la K o el ácido fólico), regulan el sistema inmunológico y participan en el eje intestino-cerebro, afectando incluso al estado de talante.
No se prostitución solo de la cantidad de microorganismos presentes, sino de su pluralidad, resiliencia y permanencia. Una microbiota alterada (disbiosis) se asocia con múltiples afecciones, desde obesidad y síndrome metabólico hasta enfermedades autoinmunes y trastornos neurológicos.
La inclusión regular de alimentos y bebidas fermentadas, yuxtapuesto con una dieta rica en fibra y compuestos bioactivos, puede contribuir a aumentar este ecosistema interno.
Productos como el miso, el tempeh, el kimchi o el chucrut —aunque no típicos del Mediterráneo— incluso son fermentados y pueden formar parte de una víveres variada y saludable.
Adicionalmente, el modo en que comemos incluso importa: ofrendar tiempo a las comidas, achicar el estrés, evitar el consumo excesivo de ultraprocesados y priorizar la actividad física y el alivio adecuado son pilares de este maniquí de vida.
Estos principios, respaldados por la evidencia científica y por la experiencia clínica de expertos como el Dr. Tinahones, reafirman la dieta mediterránea como una de las formas más completas, sostenibles y efectivas de cuidar no solo nuestra microbiota, sino nuestra salubridad integral.
Eso sí, conviene subrayarlo una vez más con claridad: incluso el Foro para la Investigación de la Cerveza y Estilos de Vida (FICYE), que impulsa estudios científicos sobre esta bebida fermentada, advierte que el consumo inmoderado de licor es siempre perjudicial y, por consiguiente, incompatible con cualquier estilo de vida saludable.