
Por Abril Peña
En un país donde la verdad muchas veces se alquila, Margarita Cordero eligió poco más difícil: sostenerla. Periodista, feminista, intelectual y editora de palabra sobria, fue —y sigue siendo— una de las figuras más coherentes y respetadas del periodismo dominicano contemporáneo.
Nació el 3 de junio de 1946. Y desde sus primeros pasos en los medios, rompió esquemas. No porque levantara la voz, sino porque su voz tenía peso, conciencia y estructura. Fue la primera mujer directora de un noticiario televisivo en el país y durante décadas escribió sin miedo, con precisión quirúrgica, sobre el poder, los abusos y las contradicciones de la vida pública.
En su obra —tanto escrita como hablada— hay un hilo constante: la ética. Margarita nunca creyó en el periodismo espectáculo. Nunca se dejó absorber por las modas mediáticas. Nunca transó con el silencio cómplice.
Igualmente fue feminista sin pancartas, pero con firmeza. Defendió los derechos de las mujeres desde la novelística, la habilidad profesional y la formación de nuevas generaciones. Y lo hizo en espacios dominados por hombres, sin pedir permiso ni aplauso.
Margarita Cordero no es solo una figura del periodismo. Es un referente recatado. Un espejo incómodo para quienes usan los micrófonos para abuchear sin pensar. Y una prueba viviente de que en República Dominicana se puede hacer comunicación con dignidad.
En un momento en que la información se distorsiona a velocidad digital y donde muchas voces se venden al mejor postor, recordarla es un acto de resistor.
Porque como ella misma escribió:
“Las palabras tienen consecuencias. Y el silencio igualmente.”