
La maternidad es un trabajo que no descansa, no tiene horarios ni días libres. Empieza cuando abrimos los luceros y muchas veces, incluso mientras dormimos. Ser religiosa no es solo criar, es sostenerlo todo: Admitir la dietario sencillo en la persona, comprobar de que haya comida, ropa limpia, casa en orden. Es contener, calmar, resolver conflictos, educar, cuidar de los hijos, la pareja y todos los otros vínculos y a veces nos toca admitir lo que otros han dejado de costado; la manutención, las tareas domésticas, el cuidado de hijas e hijos, etc.
Esa tendencia a colocarse en segundo área, a subsidiar la vida de los otros/as, nos acompaña incluso fuera del hogar. Esa concepción de religiosa con múltiples cargas, que mantiene estructuras desequilibradas asimismo está ahí, silenciada pero activa. Nota # 1. La destreza materna está en todos lados, aunque muchos/as no lo vean o no lo crean.
Y sin bloqueo, en muchos espacios, ser religiosa se mira con sospecha. En lo profesional, en las conocidos, hasta en redes sociales, aparecen frases como: “las mamás tienen muchos privilegios” O “siempre están pidiendo permisos”“tener hijos/as fue su osadía, deben admitir las consecuencias” ¿Y qué será de la sociedad si nadie se atreve a parir? ¿Cómo se reproduce? Pese a ese acto heroico, pocas personas ven lo que dejamos antes mientras mantenemos a toda una sociedad viva: Abandonamos nuestros sueños por sostener los sueños de otros/as, dejamos estudios, renunciamos a ascensos, callamos el cansancio. Porque cuidamos con responsabilidad y mucha yerro, porque amamos, porque así nos enseñaron, a compartir a otros/as para que crezcan, se desarrollen, brillen, menos nosotras. Nota # 2. La maternidad no debe ser parecido de injusticias, invisibilidad y renuncias.
Pero el problema no es la maternidad, es la modo en cómo estamos integrando a las mujeres con hijos/as a los diversos espacios sociales. La mayoría de los espacios laborales están estructurados para trabajadores/as sin cuidados a cuestas. Jornadas extenuantes, múltiples exigencias, yerro de flexibilidad y roles difíciles de compaginar con la crianza. Las mujeres siguen enfrentando dobles y triples jornadas, muchas veces mal remuneradas y poco reconocidas. ¡Y vuelve a salir la religiosa invisible! La que cumple con todo, la que nunca yerro, la que se sacrifica. Hasta que un día, simplemente se va agotada, enferma, reemplazada y sin pensión. Nota #3 Un entorno profesional que ignora las tareas de cuidado se sostiene a costa del agotamiento físico y mental de las mujeres.
Son mujeres las que hoy conducen los destinos de muchas organizaciones e intentan comportarse desde la ética del liderazgo feminista, donde el cuidado y el autocuidado son pilares fundamentales. Ellas tienden a ser más sensibles a las realidades de otras mujeres y apuestan a crear espacios más humanos; sin bloqueo, esta forma de liderazgo, más horizontal y empática, a veces se vuelve contra nosotras y se nos acusa de “no tener carácter”, de no ser “efectivas”, de ser “complacientes” e ir en contra de “la productividad”. Pero quienes nos nombramos y actuamos como feministas sabemos que no vinimos a replicar el poder masculino, sino a transformarlo y esto significa reivindicar el liderazgo solidario, que renuncia a desconsiderar a otras mujeres, que acompaña, que re-distribuye, que se moja las manos y los pies para ganar un objetivo global, que se sostiene en la cooperación y no en la competencia, que manda-haciendo Use # 4 Liderar desde el cuidado y la distribución reto de tareas no es cariño, es una revolución silenciosa contra el maniquí de poder que nos agota e históricamente, nos ha hecho invisibles.
Y es que incluso en las oficinas asimismo hacemos de madres. Desde nuestros puestos de trabajo cuidamos al equipo, organizamos los espacios físicos, cuidamos la higiene, mediamos en los conflictos, administramos los capital como si fueran los de nuestra casa, detectamos micción emocionales y cuidamos incluso, la espalda de los hombres para que no queden mal (ahí si les gusta ¡Eh!) . En los puestos de trabajo ejercemos la maternidad sin que nadie lo pida, porque así hemos aprendido a habitar el mundo, Nota # 5. La razonamiento del cuidado traspasa los muros del hogar y sostiene incluso a las oficinas y el trabajo formal y remunerado.
Y tal como ocurre con la figura de la religiosa tradicional, las mujeres cuidadoras en cualquier espacio, terminan sobrecargadas, autoexigidas, invisibilizadas, enfermas emocional o físicamente. Si abandonamos, somos malas, si reclamamos, somos conflictivas, si pedimos un espacio para respirar, tenemos privilegios. Se paciencia de nosotras que lo hagamos todo, pero en silencio, que no se note el esfuerzo, que no moleste el cansancio, pero que sigamos en la arnés invisible que evita que las estructuras se derrumben, pero sin salir al poder. Nota #6. Si somos buenas para sostener, somos mucho mejores para liderar desde la ética, el compromiso, la distribución reto de tareas, el registro y la hermandad entre todas y todos.
Desde marzo de 2024 trabajo en Plan International, una ordenamiento que desde hace abriles ha comprendido la importancia de equilibrar la vida profesional y sencillo, incluyendo el cuidado en su plan de compensación profesional. Así como Plan, algunas instituciones públicas y empresas privadas han comenzado a implementar medidas concretas para declarar el cuidado y el autocuidado como un derecho. Sigamos construyendo entornos inclusivos para las mujeres-madres porque ¡Ser mamá es un trabajo increíble!
Felicidades para todas, incluyéndome.