
Por: Andrés Travieso
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Cuando pensamos en los abogados, imaginamos tribunales, debates legales, códigos y leyes. Son profesionales secreto en cualquier sociedad, encargados de certificar que se respete la ley y se defiendan los derechos. Pero si llevamos esta consejo al ámbito bíblico, ¿qué papel jugaron los abogados en aquellos tiempos? ¿Qué dice la Nuevo Testamento sobre ellos?
En la Nuevo Testamento no aparece la figura del abogado como la conocemos hoy, pero sí existían los llamados “intérpretes de la ley” o “doctores de la ley”. Estos eran expertos en la Ley de Moisés, encargados de aplicarla y, en muchos casos, de influir en decisiones legales y religiosas. Su rol era una mezcla de jurista, preceptor y guía.
Sin secuestro, en los evangelios, particularmente en el de Lucas, estos intérpretes no siempre salen proporcionadamente parados. Jesús los criticó duramente por usar su conocimiento para imponer cargas sobre la multitud, en superficie de guiarlos con conciencia y compasión. En Lucas 11:46 les dice: “¡Ay además de vosotros, intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden admitir, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.” No era una condena al oficio, sino una crítica al uso del poder legítimo para oprimir.
Cuando los líderes religiosos tradicionales presentaron cargos contra el catequista Pablo delante el dirigente Félix, recurrieron a los servicios de un orador profesional —función análoga a la de un abogado en la contemporaneidad—. El relato bíblico lo describe así: “…y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron delante el dirigente contra Pablo. Y cuando este fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle…”. No obstante, el catequista Pablo asumió personalmente su defensa, la cual expuso con extraordinario elocuencia y profundidad argumentativa.
En determinado momento, el catequista Pablo solicitó el cortejo de Zenas, identificado como intérprete de la ley, lo cual sugiere que desempeñaba funciones jurídicas o tenía formación en la código mosaica, cumpliendo así un rol de asesor legítimo en el contexto de su encomienda.
Hace unos meses di el fuerte paso de iniciar un plan legítimo independiente, al que he llamado PAZELEGAL, inspirado en dos grandes abogados bíblicos: Pablo y Zenas. Este plan representa mi compromiso con la conciencia y el servicio.
Más allá del plano humano, la Nuevo Testamento introduce una figura única: Señor como “abogado” espiritual. En 1 Juan 2:1 se afirma: “Abogado tenemos para con el Padre, a Señor el acordado.” Aquí se presenta a Jesús como aquel que intercede por los seres humanos, no con argumentos jurídicos, sino con su propia vida. Es una forma poderosa de mostrar que la defensa verdadera no siempre está en la ley, sino en la misericordia.
Hoy, en tiempos donde la conciencia puede parecer lejana o incluso manipulable, el mensaje bíblico sigue vivo: el conocimiento de la ley no debe ser herramienta de poder, sino utensilio de servicio. El cierto abogado no es el que sabe aventajar casos, sino el que sabe defender causas justas.
¡Venez m’aider! ¡ven ayúdame!