HIGÜEY. Las remesas son envíos de monises que realizan personas que viven en el extranjero, generalmente migrantes, a sus familiares o amigos que residen en su país de origen. En el caso de la República Dominicana, las remesas provienen principalmente de dominicanos que viven en países como Estados Unidos y España, y constituyen una fuente muy importante de ingreso para muchas familias, así como para la finanzas franquista en normal.

El economista Javier González Jiménez analizó en profundidad la importancia de las remesas en la finanzas dominicana, su impacto en el avance crematístico y los retos que enfrenta el país para utilizar de forma más productiva estos capital. UN PAÍS SOSTENIDO Según datos recientes del Cárcel Central de la República Dominicana (BCRD), las remesas alcanzaron en 2024 un monto superior a los US$10,700 millones, representando el 8.7 % del Producto Interno Bruto (PIB) y el 26.8 % de los ingresos por divisas.

Estas cifras colocan a la República Dominicana como uno de los principales receptores de remesas en Latinoamérica y El Caribe. González Jiménez señaló que estas transferencias, mayormente procedentes de Estados Unidos (80.3 %) y, en último medida, de Europa (8 %), se han convertido en la tercera fuente de divisas del país, superando incluso a la inversión extranjera directa, y solo por debajo del turismo y las exportaciones.

“El emisión de remesas es una expresión clara del vínculo crematístico y emocional de la diáspora con su país”, comentó el economista. “Son millones de dominicanos que sostienen económicamente a sus familias desde el foráneo”.

CRECIMIENTO CONTINUO Durante los primeros cuatro meses de 2025, las remesas ya sumaban US$3,917.4 millones, un crecimiento del 12.1 % respecto al mismo periodo de 2024, impulsadas por factores como reembolsos de impuestos del IRS, estabilidad profesional de la diáspora y la incertidumbre económica en Estados Unidos.

El BCRD proyecta que, al cerradura de 2025, las remesas podrían exceder los US$11,000 millones, siempre que se mantenga el contemporáneo contexto crematístico. No obstante, advierte González, cualquier cambio en la política migratoria o en el mercado profesional estadounidense podría afectar negativamente este flujo de capital.

¿IMPULSAN EL DESARROLLO? A pesar de su enorme valencia crematístico, las remesas no garantizan automáticamente el avance sostenible. “Sí ayudan a disminuir la pobreza, pero no necesariamente mejoran la calidad de vida de forma estructural”, explicó González Jiménez. El 94.3 % de las remesas se utiliza en gastos básicos del hogar, y solo un 5.7 % se destina al plazo de deudas, según el BCRD.

Esto refleja una dependencia significativa por parte de los hogares, especialmente los más pobres, donde las remesas pueden representar más del 50 % de los ingresos familiares. “El problema es que se consumen, no se invierten. Si adecuadamente el consumo dinamiza la finanzas, no genera productividad ni empleos formales sostenibles. Las remesas, en superficie de convertirse en una palanca de avance, se quedan en un paliativo”, sentenció el economista.

INVERSION Para que las remesas contribuyan al avance crematístico, González plantea que tanto las familias como el Estado deben cambiar su enfoque. A nivel individual, recomienda utilizar una parte de los capital en actividades productivas como microempresas o parquedad bancario. A nivel gubernativo, sugiere que los ingresos derivados de la actividad económica que genera la remesa se reinviertan en educación, vitalidad y seguridad. “Debemos crear un entorno donde volver sea más dócil que solo consumir. Eso permitirá convertir una ayuda externa en una palanca de crecimiento interno”, afirmó.

LA REALIDAD EN LA ALTAGRACIA En la provincia La Altagracia, según estimaciones basadas en datos del BCRD, se reciben entre US$200 y US$300 millones al año en remesas, lo que representa entre el 2 % y 3 % del total franquista. A pesar del auge turístico de la zona, muchas familias de comunidades rurales y sectores menos beneficiados del turismo dependen de estas transferencias para sobrevivir. “En Higüey y zonas cercanas, las remesas son una fuente secreto de sustento. Cada comunidad las administra según sus prioridades, ya sea comida, vivienda, vitalidad o educación.

No podemos fallar su uso desde una perspectiva económica rígida”, explicó González. Aunque lo ideal sería que las remesas se destinen al parquedad o la inversión, la sinceridad social del país obliga a usarlas principalmente para consumo. “Esto contesta a una rotura estructural del Estado, que no garantiza los servicios básicos a su población”, afirmó. Las remesas son vitales para la finanzas dominicana, pero además revelan una fragilidad estructural.

Son una tabla de salvación, pero no una decisión definitiva. El lucha está en cómo modificar ese flujo constante de capital en una útil de avance duradero. “El uso adecuado de la remesa será aquel que permita a cada comunidad sobrevivir y prosperar. Pero para que dejen de ser solo un alivio y pasen a ser una oportunidad de transformación, necesitamos políticas públicas coherentes y una ciudadanía empoderada”, concluyó González Jiménez.

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