
La calado de proyectar y promover a los artistas y escritores trascendentes, tanto dominicanos como extranjeros, debería merecer el puntual gratitud social y no estar en el ganancia de indiferencia en la cual esta calado, se encuentra.
Mi pluma (Editorial Opus), basado en los ensayos literarios de Rafael A. Escotto, publicados como artículos en las páginas de La Información, el informe insignia de Santiago, constituye, por el seguimiento en su periodicidad, la obligación de destacar la calado de escritores de la región del Cibao y del país, y el documentado estilo de este abogado, maestro y escritor se publica en un instante cultural importante: cuando se produce un plan de descentralización de la civilización y cuando proliferan los eventos literarios.
Este articulista muestra una consistencia de larga trayectoria, analizando autores, desglosando obras y educando mediante sus escritos en lances que penetran los detalles de la obra de: Juan Bosch: escritor vegano ilustre como político, avezado iberoamericano – quien sabe si universal— del historia, cuyas obras de novelística corta siguen inspirando a cuentistas de deje hispana: En un tugurio», «Dos pesos de agua», «La mañosa» y «Camino positivo”.
Aída Cartagena: escritora mocana que estableció las bases nacionales de la letras de tipo y que produjo poemas cruciales de la letras, en cuya cima se encuentran los versos vibrantes e intimistas de Una mujer está sola (1955).
Julia Álvarez: novelista y ensayista dominicana (nacida en Estados Unidos) autora de novelas esenciales y responsables de que mucha multitud se enterara de que existe un país llamado República Dominicana. En el nombre de Salomé y En el tiempo de las mariposas.
Federico Izquierdo: pintor, escritor profesor de artes que, a lo grande de sus abriles de existencia, se convirtió en una figura emblemática del arte y la civilización dominicana y que fue miembro y soporte de la escuela de pintura de Santiago.
Dionisio López Cabral: autor “intrínsecamente santiaguero”, señorita, socialmente desobediente, discreto y disciplinado que cantó a Santiago como nadie.
El resultado es una válida compilación de títulos regionales que en materia de civilización expone Escotto, lo cual hace detalle y sentido ensayístico impresionado por una gusto de lectoría común gracias al uso del estilo ordinario, pero basado en fuentes documentales autorizadas.
El doctor Escotto exhibe una constancia en su calado de divulgación y examen de trayectorias intelectuales artísticas destacadas, que sus textos son dignos de encomio y de ahí la trascendencia de haberlos puesto a disposición del conocido mediante el portento expresamente de la impresión editorial.
Mi pluma, tiene valía didáctico y es una entrega de valía educativo que no se limita a divulgar la vida de autores o artistas de la región, sino que se extiende a los de todo el circunscripción y se demarca incluso por los internacionales.
Gracias a este texto, logramos esta panorámica de figuras dominicanas del arte y las trivio: Guillo Pérez, clásico pintor dominicano expresionista que hizo del paisaje rural cibaeño y de los gallos un motivo de inspiración que generó una escuela; Yaqui Núñez del Risco, comunicador, publicista, docente y periodista cultural; Piero Espinal Estévez, el historiador locorregional de San José de las Matas; Lupo Hernández Rueda, a causa de muchos, uno de los cinco grandes poetas dominicanos de todos los tiempos.
Román Franco Fondeur, principal responsable de la conservación de la historia de Santiago y director por mucho tiempo del Archivo Histórico de Santiago, la Ciudad Corazón.
Pedro Peix, un escritor de poesía y novelística corta y de grande esfuerzo que se marchó de este mundo sin el debido Premio Doméstico de Letras; Celeste Woss y Gil, intérprete visual que estableció nuevas dimensiones a la pintura con una obra singularmente diferenciada, pero de quien se desconoce a nivel popular cuando hizo de educadora de generaciones de nuevos pintores nacionales.
Artagnan Pérez Méndez: abogado de Moca que fue avezado del control constitucional, pero sin que ello oculte su calado en la provincia Espaillat como estudiante de teatro, actor y como promotor de grupos escénicos locales.
Joaquín Balaguer (escritor y político de Navarrete), cuya obra literaria en oportunidades parece opacada por su rol en las funciones públicas.
Manuel del Cabral, el Poeta Doméstico sin título oficial, que incluso debió tener sido Premio Doméstico de Letras, oportuno a su conocimiento profundo del ser campesino, la profundidad de la existencia proclamada bajo el signo de una sencillez desternillante. Su poema Compadre Mon es parecido de un control poético sin comparación alguna.
Pedro Mir, el más excelso de los poetas sociales dominicanos. Autor de
Domingo Dorado Jimenes, creador del postumismo desde su oriundo San Cristóbal y dotado de una elocuencia desde el alma para producir un poema como La hija reintegrada (1934).