
Por Allison B. Wolf
Tras el anuncio del decreto del Status de Protección Temporal en 2021, migrantes venezolanos como Danexi Andrade estaban a punto de beneficiarse de él. Como migrante indocumentada que huyó de Venezuela a Colombia, Andrade tuvo que sumarse a entre el 51% y el 90% de sus compatriotas venezolanos que trabajaban en la crematística informal, en su caso vendiendo café y bocadillos en las calles de Medellín, ganando aproximadamente 5,50 dólares al día. Sin confiscación, el Status de Protección Temporal, como ella misma lo expresó, lo cambiaría todo. «Podré encontrar trabajo», dijo, «todo será diferente». Si aceptablemente el software distaba mucho de ser valentísimo, seguía siendo (y con razón, en mi opinión) aclamado en todo el mundo y Colombia era tino como un maniquí de trato cabal a los migrantes.
Sin confiscación, desde que Gustavo Petro asumió el cargo, esto ha cambiado. Como señaló Nastassja Rojas Silva, “desde su inicio, el gobierno de Gustavo Petro… ha implementado medidas que, en circunstancia de beneficiar a la población migrante venezolana en Colombia, han resultado en acciones regresivas”. Petro permitió que el Status de Protección Temporal caducara en noviembre de 2023. Igualmente eliminó la Oficina de Dirección de Fronteras (la oficina encargada de la Socorro e Integración de los migrantes en Colombia). Y, si aceptablemente es cierto que el gobierno anunció la creación de un nuevo mecanismo de regularización para tutores o representantes legales de niños venezolanos en Colombia (PEP-TUTOR), este ya genera confusión y críticas por tener requisitos más estrictos que los de obtener el Status de Protección Temporal, por ser, nuevamente, una medida temporal (solo otorga status legítimo hasta el 30 de mayo de 2031) y por aplicarse nada más a quienes cuidan a niños que ya cuentan con el Status de Protección Temporal.
Estas (y otras) medidas han llevado a diversos expertos a argumentar que la política migratoria no es una prioridad para el gobierno de Petro (al menos no en comparación con su deseo de apoyar buenas relaciones con el gobierno de Nicolás Provecto). Petro no reconoce la efectividad de la migración venezolana; ya sea caracterizándola como un problema temporal relacionado con los migrantes en tránsito por el Tapón del Darién rumbo a Estados Unidos o afirmando que, a pesar de la migración masiva desde Venezuela en 2015, la migración venezolana es el resultado de las sanciones económicas estadounidenses contra Venezuela que comenzaron en 2019.
En esa tilde, Camilo Gómez Forero sostiene que la oficina de Petro está intentando activamente «desvenezolanizar» la situación al aceptar que la situación de los migrantes venezolanos en Colombia se deriva de un aberración integral y no de las políticas de Nicolás Provecto o su propio gobierno para eliminarla de la memorándum doméstico. Esto no significa que Petro nunca hable de migración; al contrario, en abril de 2025, solicitó a los jefes de la Policía Franquista que crearan una política para la inclusión de jóvenes venezolanos en Bogotá con el fin de evitar que se unan a las pandillas.
Sin confiscación, cubo que atribuye la aprieto de esa política a las esperadas deportaciones masivas de venezolanos desde Estados Unidos, en circunstancia del éxodo masivo proyectado desde Venezuela adecuado a la última “conquista” electoral de Provecto, nuevamente implica que la fuente del problema es Estados Unidos y no Provecto.
Estas y otras acciones relacionadas con la migración han creado una situación en la que los migrantes venezolanos son cada vez más vulnerables a la violencia, la explotación y otras formas de opresión bajo el gobierno de Petro. Por ejemplo, este gobierno no cuenta con una musculoso presencia estatal en las regiones fronterizas. Como observan Adam Isaasson y Laura Dibo: “El gobierno doméstico no está haciendo lo suficiente para diligenciar los flujos, determinar quiénes transitan ni proteger a las personas en aventura… Los retenes, patrullajes y detenciones son poco comunes, pero además lo son los servicios humanitarios y el golpe a la protección”.
Esta yerro de presencia estatal en las zonas fronterizas está siendo compensada por grupos armados y criminales. La región en torno a del Tapón del Darién, por ejemplo, está controlada por el Clan del Ensenada, la viejo estructura narcotraficante del país y el familia que domina el tráfico de migrantes. Existen varios grupos armados o criminales, cada uno de los cuales controla uno o más de los numerosos puntos de cruce irregular dispersos a lo amplio de la región fronteriza con Ecuador.
En la frontera entre Colombia y Venezuela, grupos como las FARC y el Ejército de Huida Franquista (ELN), a veces con miembros de las fuerzas de seguridad venezolanas, se disputan el control del condado y las actividades ilícitas, lo que resulta en brutales abusos contra los derechos humanos de migrantes y otros civiles en la región. Esta situación se agrava a medida que la violencia entre el Ejército de Huida Franquista y las FARC-EMC ha estallado en la región del Catatumbo, dejando 80 muertos solo en enero de 2025, provocando la huida de migrantes y el desplazamiento de miles de colombianos. Si aceptablemente Petro comienza a tomar medidas en respuesta, la yerro de presencia y la lenta respuesta de su gobierno preparan el circunscripción para este momento y continúan poniendo en peligro la vida de miles de migrantes y colombianos.
Los migrantes venezolanos además enfrentan una violencia generalizada en todo el país. Múltiples organizaciones criminales y grupos armados asesinan, desaparecen, desplazan, secuestran y violan a migrantes. El International Crisis Group informa que: “La prostitución de personas y la explotación sexual plagan las localidades fronterizas (y además las grandes ciudades), con mujeres y menores en distinto peligro. La violencia de mercancías es particularmente popular en los cruces fronterizos informales bajo control criminal”.
En el Tapón del Darién, las personas sufren robos, abusos sexuales y, en ocasiones, violaciones de forma rutinaria. Más allá de la frontera, los migrantes se enfrentan con frecuencia a la brutalidad policial y a amenazas de grupos armados, organizaciones criminales y la población colombiana en universal. Medicina Lícito informó que 750 venezolanos fueron asesinados en Colombia entre enero y octubre de 2024.
Esta población además se ha vuelto más endeble a la opresión y la discriminación bajo el gobierno de Petro. Aproximadamente el 63,2 % de los colombianos admitió abiertamente tener una percepción negativa de los venezolanos durante la alternativa de Petro; poco más de un año a posteriori, el Instituto de Política Migratoria situó la emblema en cerca del 80 % (aunque junto a destacar que la mayoría sigue apoyando el golpe de los venezolanos a la atención médica y la educación, mientras que la mayoría no quiere que se deporte a los venezolanos). Funcionarios gubernamentales, por ejemplo, quienes se postulan a la alcaldía de Bogotá y Bucaramanga, se alejan de los migrantes venezolanos por el aumento de la delincuencia y la inseguridad, a pesar de no presentar pruebas que respalden tales afirmaciones.
Cuando el presidente Petro asumió el cargo en agosto de 2022, Colombia, aunque imperfecta, era reconocida y elogiada internacionalmente por sus esfuerzos para acoger a los venezolanos. Ahora ocurre lo contrario. Oportuno a las acciones (o la yerro de ellas) del gobierno de Petro, los migrantes venezolanos en Colombia sufren una creciente injusticia en forma de vulnerabilidad e inestabilidad jurídica, violencia, chovinismo y explotación. Peor aún, es dudoso que estén preparados para acoger la nueva ola proyectada de migrantes venezolanos. Sin confiscación, a pesar del sombrío panorama, estas palabras buscan inspirar acciones para que las experiencias de los migrantes mejoren y Colombia pueda retornar a ser un maniquí de equidad migratoria.