
La encargo migratoria es un hábitat esencial de la soberanía de los Estados fundamentada en el derecho de cada nación a regular el tránsito y la permanencia de extranjeros en el interior de su distrito, conforme a sus leyes y principios constitucionales. En el caso de República Dominicanala migración haitiana ha sido objeto de atención tanto a nivel doméstico como internacional, dada la compleja situación socioeconómica de Haití, considerada por muchos como Estado fallido.
Entendemos que existe una positivo disposición de las pastorales dominicanas y haitianas para promover un entendimiento basado en el respeto y el diálogo, lo cual es secreto para topar este aberración de forma humana y equilibrada. Por lo cual parece indigno que la Santa Sede utilice el Vatican News, su principal entraña de difusión para referirse a maltratos a los migrantes haitianos por parte de las autoridades dominicanas.
Es fundamental que cualquier evaluación externa sobre la situación migratoria en República Dominicana considere el contexto completo, incluyendo los esfuerzos por respaldar el cumplimiento de la ley sin vulnerar los derechos humanos. La evadido determinación de los pueblos implica que cada Estado tiene la destreza de especificar sus normas en función de sus intereses nacionales, siempre en el interior de los estándares de razón y respeto a la dignidad humana.
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Por lo que la denuncia del Estado Vaticano merece una respuesta del estado dominicano con relación a su derecho de aplicación de la ley bajo los principios de preservación de los derechos y la dignidad humana.
Es importante destacar que desde hace siglos nuestras iglesias, y particularmente la católica, han acogido en sus centros de formación pastoral a quienes luego han sido importantes lideres religiosos y populares en Haití (incluido Barbecue Cherizier), y casos como el presidente Bertrand Aristide y otros actualmente muy sonados. Actualmente, muchos pastores y sacerdotes dominicanos mantienen importantes vínculos con sus correligionarios haitianos, aquí y allá.
Recientemente monseñor Jesús Castro, robusto servidor de Cristo y de nuestro país, ha hecho importantes declaraciones en pos de las buenas relaciones y buen trato entre haitianos y dominicanos, lo cual es el reparar militar de los dominicanos.
Pero, sobre todo, estas relaciones y vinculaciones personales e institucionales deben concertar en desarrollar y canalizar las mejores formas del diálogo entre los dos países; y entre estos y los demás países y organismos internacionales con capacidad de aportar de forma crítica y hasta decisiva a las realidades en maniobra en el tema haitiano.
Por otra parte, los acercamientos entre Haití y RD no debe ser exclusivamente un asunto de los políticos, los diplomáticos, religiosos o empresarios contratistas de obreros haitianos. Y mucho menos de grupos u organismos interesados en aspectos no necesariamente sanos de las relaciones entre estos vecinos.
Las actuales conversaciones entre nuestros presidente y expresidentes son el decorado más apropiado para convocar a los más autorizados líderes cristianos de las diferentes congregaciones, con delantera suficiente a las proposiciones y solicitudes que hayan de hacerse a los organismos internacionales y a las autoridades de uno y otro países.