
Cuando la autenticidad más absoluta del sexo a la música y el combate a las adversidades se viste de irritado elegante, la identidad lleva el nombre de Rafaelun actor cuyo regreso a los escenarios esta incertidumbre tras seis meses de horizonte no querida ha sonado a un canto a la vida.
Y es que Rafaela posteriori de que le fuera diagnosticado un Linfoma cerebral primario a finales del pasado año, ha vuelto a pisar un proscenio y, para más inri (satisfecho), interpretar cero más y cero menos que 30 canciones, tantas como las veces que el notorio se ha puesto en pie para aplaudirle.
El teatro romano de Mérida ha pasado temblar sus 2.000 primaveras de decadencia cuando el jienense, con solo 82, ha surgido al proscenio para desplegar su propia historia, esa que le ha encumbrado a ser, a seguir siendo aquel que cada incertidumbre lo sitúa como un indestructible icono de la música.
Y es que Raphael ha vuelto y eso es suficiente para que esta incertidumbre haya sido su gran incertidumbre y las caveas del teatro emeritense -en las que no cabía un alma más- han sido testigos de ello adyacente a un notorio entregado, agradecido, expectante y hasta corista.
Casi cinco minutos de aplausos cuando aún no se ha iniciado un concierto dicen mucho del destinatario de los mismos, y si hay otros diez al finalizar, como así ha ocurrido, cincelan en piedra el nombre del actor, muy especialmente cuando llegan en un momento importante.
Posiblemente podrían poseer sido muchos más, pero ha sido el propio Raphael quien ha hexaedro orden de iniciar el concierto; con los del final no ha podido mandar… el notorio del Stone & Music Festival de Mérida se lo ha impedido.
Con una voz abrumadora, el actor ha iniciado su esperado concierto con ‘La Perplejidad’, una canción que tiene 58 primaveras y a la que le ha hexaedro sus característicos requiebros de ímpetu, esos vibratos que hacen que la armonía y la voz se muevan como una marea en los oídos del espectador.
Y en ellos se ha quedado toda la incertidumbre, como quien decora el galería de su gaznate con sentimientos, y a los que ha acompañado con sus pasos y sus gestos ‘desafiantes’ de siempre. No son tan enérgicos como los de ayer, la verdad, pero cada uno de ellos es una página de la historia de la música.
En algunas canciones, las más íntimas de su repertorio, como ‘Si no estuvieras tú’, ‘Amo’ y ‘Volveré a salir’, Raphael ha cantado sentado. Diez músicos -un piano sobresaliente- le han arropado en este regreso en el que el actor ha navegado por su extenso océano de trabajos en los que han soplado bastantes vientos de vinilo.
‘Yo sigo siendo aquel’, ‘Cierro mis luceros’, Mi gran incertidumbre’, ‘A veces llegan cartas’ y ‘Hablemos del sexo’, entre otras, han permitido al notorio subirse a ese barco de antiguamente cuyas velas siguen casi intactas.
Testigos y presentes de este retorno -desde la lejanía- han sido algunos dioses y diosas de ‘la chanson’, esa bebida musical francesa que siempre ha acompañado al actor y a los que rinde homenaje en su postrer trabajo “Ayer… aún”.
Su aviso más íntimo ha sido para Édith Piaf al interpretar ‘Padam padam’, ‘La vie en rose’, ‘Ja ne regrete rien’ e ‘Hymn a l’amour
Con ese mismo barco de vida y música ha cruzado el Atlántico para poner en pie al notorio con ‘Que nadie sepa mi sufrir’, de los argentinos Aquel Cabral y Enrique Diezo, y ‘Gracias a la vida’, de la chilena Malva Parra.
Cuando parecía que ponía fin con dos clásicos, ‘ Estar enamorado’ y ‘Ámame’, la sonrisa de Raphael, presente en toda la incertidumbre, se ha agigantado aún más para regalar cinco iconos: ‘En carne viva’, ‘Qué sabe nadie’, ‘Yo soy aquel’, ‘Escándalo’ y ‘Como yo te amo’.
“En canto vuela, con sus alas: hermandad y gloria”, escribió Rubén Darío para describir -sin poseer conocido a Raphael- lo que significa cantar a corazón descubierto por parte de quien cose con su voz el telar de la música.