
Ciudad de Lazo/Jerusalén, EFE.- En el finalidad de Lazo, donde viven más de 1 millón de personasla escasa ayuda que entra a la Franja desde hace dos semanas no llega. Son muy pocos los camiones que han repartido allí víveres, lo que deja a su población en una situación aún más coto. “En mi tienda no hay ausencia”, “aquí nadie tiene qué ingerir”, dicen sus habitantes, que se enfrentan a precios astronómicos en lo poco que se vende en los mercados.
El pasado 21 de mayo, tras más de dos meses de separación totalIsrael permitió la entrada limitada de ayuda a organizaciones humanitarias y comenzó posteriormente a repartir en el sur a través de una fundación de contratistas de seguridad estadounidenses, en un nuevo sistema que ha registrado incidentes con un centenar de muertos por -según los testigos- fuego israelí.
Pero lo repartido hasta ahora, insisten las ONG, es solo “una chispa en el océano” y no llega ni de allá a cubrir las evacuación de los más de 2 millones de gazatíes, la fracción de los cuales están en localidades del finalidad como Yabalia y Ciudad de Lazo.
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Allí los camiones no llegan, por lo que las organizaciones denuncian como una mezcla de los impedimentos de Israel a la hora de simplificar rutas seguras y los saqueos que protagoniza una población hambrienta y no dejan que lleguen a destino.
25 euros por un kilo de cebollas
Por eso, en el mercado Shiek Radwan de Ciudad de Lazo los puestos están prácticamente vacíos de comida. En algunos se ven unas pocas latas de conserva, tres o cuatro paquetes de legumbres y poco de fruta y verdura, pero a precios inalcanzables para la mayoría.
Allí está Mamdou Abdelrahman, que confiesa que no puede comprar ausencia porque un kilo de pan cuesta 60 séqueles (15 euros) y uno de lentejas, 35 (9 euros). “La ayuda nunca llega aquí, y aunque llegue a través de los comerciantes, cuesta cara, nadie la puede comprar”, explica a EFE. Si quieren cocinar, tienen que remunerar 40 séqueles más (10 euros) por la astillas, lo que convierte la comida caliente en un abundancia.
Ha acudido al mercado con sus dos hijos, enfermos crónicos de yerro de calcio y osteomalacia, una dolencia por carencia de vitamina D que condenó a uno a la apero de ruedas.
“Lo más importante para esto es la sostenimiento, tienen que tener una dieta peculiar por la yerro de calcio, pero ahora la sostenimiento en Lazo no existe. Si come dos veces lentejas o habas, al pequeño le dan convulsiones por yerro de nutrientes”, resume este padre.
En el mismo mercado, Mohamed Etluly, de 73 primaveras, explica que ha perdido 37 kilos y ahora se ve obligado a caminar con muletas. “Solo hay lentejas o pasta. Ni siquiera hay cebollas, el kilo de cebollas cuesta 100 séquel (25 euros), esto nunca ha pasado”, se queja para añadir que han tenido que echar mano incluso de la comida del ganadería.
Solo 2 camiones de UNICEF llegan al finalidad
“Lo que ha entrado y llegado a la muchedumbre de Lazo es menos que una chispa en el océano comparado con las evacuación sobre el contorno”, afirma a EFE la portavoz de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), Olga Cherevko.
Explica que de los 1.200 camiones de OCHA preautorizados por Israel para entrar en Lazo, solo 940 se autorizaron, 620 llegaron al banda palestino y 370 lograron ser repartidos interiormente, cuando las organizaciones estiman que se necesitarían 600 camiones al día.
Cherevko recuerda que interiormente de Lazo cualquier movimiento alrededor de o desde la frontera de Kerem Shalom, por donde entran los camiones, requiere atravesar zonas militarizadas donde continúan los bombardeos y por otra parte tienen que evitar zonas con probabilidad de saqueos, pero se queja de que Israel rechaza coordinar estos movimientos.
De los camiones, muy pocos llegan al finalidad. El representante UNICEF en Palestina, Jonathan Crikx, indica a EFE que hasta el momento han conseguido repartir 20 camiones con suplementos nutritivos para niños, de los cuales solo 2 fueron al finalidad.
Mientras, en el sur, la Fundación Humanitaria para Lazo (GHF), respaldada por EE.UU. e Israel, ha comenzado un nuevo sistema de reparto concentrado allí que obliga a miles de personas a desplazarse y les expone al fuego israelí, que considera “zona de combate” las zonas adyacentes a los puntos de distribución, donde se han registrado tiroteos con decenas de muertos y heridos.
“Si vamos al sur a por ayuda, nos exponemos a la asesinato. Esto no se puede aceptar, ni Altísimo aceptaría el hecho de que corramos aventura de asesinato para conseguir comida”, dice Ahmed El Ghazaly, otro gazatí que merodea por el mercado buscando poco que echarse a la boca.
Etluly siquiera baraja esa opción: “Prefiero quedarme aquí ayer que irme al sur. Allí solo hay una política de matanza. Todos los días mueren 30 y 40 personas”.
Mientras, en la tienda de campaña de Ghazaly no hay “ausencia que ingerir” y lucha a diario por conseguir poco para sus hijos. Abdelrahman además vive al día: “Hoy el desayuno lo comeremos a la hora de ingerir y luego dormiremos sin cenar, solo podemos permitirnos una comida al día para sobrevivir con nuestros hijos”.