

Casa de Caoba, antigua residencia campestre del dictador Rafael L. Trujillo, ubicada en el municipio de San Cristóbal.
SANTO DOMINGO.- El Consejo Internacional de Museos informó que se opone a la idea de convertir en museos lo que fueran residencia del dictador Rafael Leonidas Trujillo.
La entidad fijó su posición en un documento, en presencia de la sugerencia que han hecho representantes de algunos sectores de que la Casa de Caoba y la antigua Hacienda María, ubicadas ambas en la provincia de San Cristóbal y las cuales pertenecieron al dictador dominicano ajusticiado en el año 1961, sean restauradas y convertidas en museos.
El Consejo Internacional de Museos (en inglés: Consejo Internacional de Museos, Icom; en francés: Consejo de Museo Internacional), fue creado en 1946 y es la única ordenamiento de museos y profesionales de museos con valor mundial dedicada a la promoción y protección del patrimonio cultural y natural, presente y futuro, material e inmaterial.
çCon aproximadamente 45 000 miembros en 138 países, es una red de profesionales de museos que actúan en una amplia variedad de disciplinas relacionadas con el patrimonio y los museos.
EL DOCUMENTO
Su posición respecto a lo fueran residencias de Trujillo está contenida en un documento remitido a ALMOMENTO.NET cuyo texto es el venidero:
«La audacia de convertir la residencia de un dictador en un museo plantea profundos dilemas éticos que trascienden la simple preservación histórica.
La fresco redefinición de museo ofrece una perspectiva ética aún más sólida sobre por qué las casas de dictadores no deberían convertirse en museos. La nueva definición, adoptada en 2022, establece que: “Un museo es una institución sin actitud de beneficio, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al conocido, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversificación y la sostenibilidad. Con la décimo de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la consejo y el intercambio de conocimientos”.
La definición destaca el papel de los museos como espacios democráticos e inclusivos. La casa de un dictador, por su propia naturaleza, es el epítome de la antítesis de la democracia. Es un superficie que simboliza la concentración de poder, la opresión y la torpeza de la arbitrio y los derechos de los ciudadanos. Convertir este espacio en un museo, incluso con fines educativos, puede ser percibido como una legalización involuntaria de la figura del dictador o del régimen que representaba.
Para las víctimas de una dictadura, la casa de su opresor es un superficie de trauma y dolor, no de inclusión. Exponer sus memorias y experiencias en un espacio intrínsecamente unido a la figura que los oprimió puede ser profundamente revictimizante y excluir a estas comunidades de la posibilidad de una verdadera sanación y conmemoración.
La casa de un dictador no es solo una vivienda; es el epicentro de su poder, el superficie desde donde se orquestaron decisiones que llevaron a la represión, la tortura y la crimen. Al convertirla en un museo, incluso con las mejores intenciones de condena, existe el peligro inherente de que el espacio adquiera una pátina de solemnidad o incluso de curiosidad morbosa que, paradójicamente, puede acreditar o legalizar, aunque sea de forma sutil e involuntaria, la figura del dictador.
Un museo confiere un status de importancia y trascendencia al superficie y a su invasor. Esto puede distorsionar la novelística, sugiriendo que la vida del dictador, incluso sus aspectos personales, merece ser objeto de estudio y exhibición museística de una guisa que puede ensombrecer la magnitud de sus crímenes».
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Museo objeta sean restauradas las que fueron casas de Trujillo
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