
Durante gran parte del siglo XX, en los países latinoamericanos, se tuvo la idea que un candidato presidencial debía ser un personaje sobresaliente, con liderazgo en su población y disertación políticas definidas.
Prevalecían dictaduras militaristas, solo algunos países tenían democracia temporal e inestable, pero brillaron ideólogos como Victor Raúl Haya de la Torre, creador del Partido Aprista Peruano, que abogó por la dispositivo de los países del continente contra el imperialismo, y, en pequeño medida, Rómulo Betancourt, el venezolano que escribió sobre la democracia, la ecuanimidad social y la soberanía doméstico y que, desde el poder político, solo reconocía regímenes que eran el resultado de la voluntad expresada en las urnas.
Juan Bosch regresó del deportación para participar en la contienda comicial de 1962 en nuestro país. Pero se trataba del líder del PRD, el primero en enseñar a los dominicanos el concepto de “Estado”, a través de sus charlas radiofónicas, que inició un tentativa de democracia y ofertó una constitución de verdaderos derechos y libertades.
Las ideas de Bosch afectaban privilegios históricos de sectores de poder y solo pudo permanecer siete meses en el Gobierno, aunque su válido liderazgo gravitó en el decorado hasta la hora de su homicidio,en 2001.
Del mismo PRD surgió un personaje político. Me refiero al doctor Peña Gómez, carismático, orador, con memoria de elefante e inteligente en extremo, entendiendo por inteligencia a la capacidad de razonar, crear y dar resolución a problemas.
Efectivamente: resolvía tantos problemas en el PRD que lo tildaron “apagafuego”. Y en los abriles 70, pese a que se tenía como un inútil desalojar del poder a Balaguer, ese líder diseñó la organización para consumir con el terror político e instaurar la democracia. Pocos reconocen su corpulencia.
Sin incautación, de todos los líderes políticos del continente, elegiría a Pepe Mujica como número uno. Tuvo capacidad de amoldamiento a épocas y circunstancias, pero sobre todo este gran pensador (que hablaba como si estuviera leyendo, sin tener un papelito en las manos) dejó el representante de la humildad y de que se puede ser político sin robar y fue rígido y sobrio.
Nunca se dejó arropar de soberbia ni de vanidad. Posiblemente Haya de la Torre, Rómulo Betancourt, Juan Bosch, Peña Gómez y Pepe Mujica, sean líderes irrepetibles, porque se desarrollaron en tiempos y circunstancias muy desfavorables, comparadas con las de hoy día en los países de la región.
Pero ¿Cómo es posible que determinado anuncie aspiración presidencial sin que se reúnan 200 personas y decidan apoyarlo y promoverlo por sus cualidades de jefe de Estado y sus virtudes evidentes? ¿Cómo es posible que una serie de jóvenes funcionarios del gobierno del PRM se lancen a la Presidencia sin detenerse a estudiar los problemas de la República Dominicana, en términos crematístico, político y social? Es la razón por la que no plantean carencia.
Si alguno de los denominados presidenciables ha formulado algún planteamiento, con humildad le pido disculpa, pero la verdad es que no conozco propuestas. Se manejo regularmente de jóvenes que ostentan cargos relevantes y –por capricho y vanidad, sin empatía ni sensibilidad social con segmentos vulnerables– les surge la idea de lanzarse de la cima del árbol, pues piensan que es lo único que les desidia.
El poder embriaga. Y cuando un muchacho flota en mosca, tiene un círculo que le susurra cosas al audición y se las cree, empleadas que se le brindan para ascender de puesto y, adicionalmente, espalderos que lo protegen no sé de quién, es dialéctico que los humos puedan dispararse. Aunque todos apelan a un derecho constitucional, de designar y ser elegible, la verdad es que la población a ningún, casi a ningún, se lo imagina presidente. Ese es un problema que tiene el PRM.