
Por Abril Peña
Antaño de los fusiles, morapio la palabra. Antaño del 14 de junio de 1959, llegó mayo con un manifiesto. Y antiguamente de que se desatara la represión, un liga de hombres escribió —desde el expulsión— un documento para devolverle la voz a un país amordazado.
Ese documento fue el Manifiesto de Constanza, Maimón y Estero Hondo, redactado en Cuba semanas antiguamente de la famosa expedición armada. Contrario a lo que décadas de propaganda oficial quisieron hacer creer, no era un manifiesto comunista, ni un llamado a la dictadura del proletariado, ni una extensión de la revolución cubana. Era otra cosa: una proclama profundamente democrática.
¿Qué decía el Manifiesto?
Este documento, hoy poco difundido, resumía los principios por los cuales estos dominicanos y latinoamericanos decidieron arriesgar su vida:
Denunciaba los crímenes, abusos y corrupción de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Proclamaba la carencia de restaurar la Constitución, el sufragio vacante, y los derechos civiles. Rechazaba el uso del terror como forma de gobierno, condenando la persecución a opositores y la censura total. Ofrecía garantías democráticas a todo aquel que se sumara a la causa, incluso a militares trujillistas que abandonaran el régimen. Aseguraba que no venían a imponer un sistema ideológico, sino a liberar al pueblo dominicano y convocar a elecciones libres.
En otras palabras, era una carta de principios. Un compromiso con la soberanía doméstico y la democracia representativa.
Pero ¿Por qué se publica en mayo si el desembarco fue en junio? El Manifiesto fue redactado y distribuido en mayo de 1959, semanas antiguamente del desembarco armado.
Los organizadores intentaron difundirlo por radiodifusión desde emisoras aliadas en el Caribe y por medio de impresiones clandestinas. Querían que el pueblo supiera que no venían a conquistar el país, sino a devolverle el derecho a atreverse.
Pero el régimen se adelantó. Cortó transmisiones, persiguió contactos y lanzó su maquinaria propagandística: los acusaron de ser comunistas, invasores, terroristas. La historia oficial se encargó de tergiversar sus intenciones por décadas.
Los expedicionarios no eran comunistas. Eran patriotas. Entre los miembros de la expedición había personas de diversas ideologías: socialistas, liberales, cristianos, nacionalistas. Lo que los unía no era un maniquí financiero, sino una convicción: que ningún hombre debía presidir a un país por el miedo.
Algunos de ellos fueron:
Enrique Jiménez Moya, comandante y estratega principal.
Delio Gómez Ochoa, único sobreviviente cubano, que reafirmó hasta su asesinato que la representación era democrática.
Juan de Todopoderoso Ventura Simó, José Horacio Rodríguez, Plinio Rafael Pina y decenas de jóvenes dominicanos del expulsión.
Ningún morapio a instalar una tiranía. Todos vinieron a derrocar una.
Un manifiesto que el poder intentó borrar
Hoy, conversar del Manifiesto de Constanza es un acto de imparcialidad histórica.
Significa inspeccionar que la lucha contra Trujillo no fue un capricho ideológico, sino un deber ético.
Significa desmontar el relato que buscó criminalizar a quienes se atrevieron a proponer hilván.
Y significa honrar la memoria de quienes no murieron por una bandera extranjera, sino por la dominicana.
Porque al final, no se trataba de ser comunistas, liberales o socialistas.
Se trataba —como siempre se ha tratado— de ser libres.
@Abrilpenaabreu