Señor tren, por el chirrido de su frenada parece que tenemos existencia parecida o experiencia acumulada. Usted un poco más que la mía. Porque en sus vagones monta todo tipo de multitud: el sano, el majareta y el medio majareta, que es el peor de todos. Dígame, señor tren, con su cautela aprendida, le dije a mi mujer que de ningún modo dormiría con ella. Que lo nuestro es una separación definitiva.

¿Y por qué te ríes?, señor Tren, si lo que busco es una respuesta como un amigo de delirio en tu vientre de infeliz donde salen las mariposas.

Mi respuesta es simple: “A tu existencia de 72 primaveras ya no es divorcio, es un panegírico. Este puede ser tu final delirio. Y si la suerte te premia, y te monta de nuevo mañana, sería con la misma existencia y un día más. Pero sé que con el mismo dolor de la pierna izquierda, tu pequeño deseo de hacer pipí, tu reducción auditiva que cada día te molesta menos el sonido del tren. Y la chavea que te calma en el final furgón para leerte el informe de hoy cada día te sube más la voz y se pega más a tu cuerpo. Te recomiendo que no cambies de perfume porque creo que su ascendiente usaba Paco Rabanne como tú”.

Querido tren, el panegírico es la forma más sublime para despedir a cierto que ya no comparte carencia de la vida. Es la última etapa más auténtica de la democracia. Es ahí donde todos somos iguales, por segunda vez.

Dijo Abraham Lincoln “todos nacemos igual”, pero antaño que un chaval incidente su primer aullido de bienvenida a la vida, ya el del área de contabilidad está anotando si es cesárea o parto natural, ya carencia es igual. O un cuarto privado o una sala popular como en los hospitales públicos con un olor a Mistolin, porque el mejor perfume para el tierra lo usa el director en su casa.

Querido Tren, carencia de esto es lo más malo, carencia de esto es lo criminal, carencia de esto es lo hijo de puta de la vida. Lo malo lo están haciendo los bancos, financieras y la llamamiento cooperativa de servicio múltiple que de múltiple no tiene carencia. Los tres coinciden en que su papel es proteger el cuartos de su cliente, bajo ese criterio no muy humano, todos los seres vivientes que pasan de 70 primaveras son un suspensión peligro para la institución financiera. Puede tomar un préstamo y expirar a las 2 horas. Pero si ese mismo añejo vende su finca o su casa, su negocio o sus nietos que viven en Estados Unidos vendiendo droga, puede el mismo añejo eludir ese cuartos y queda lavadito, extraordinariamente lavadito.

Querido tren, ¿qué hago? ¡Estoy vivo! Cuerdo, sano y sexualmente una vez al mes, puedo hacer medio el bienquerencia con ayuda de mi cardiólogo y la pastillita azulita. Pero los bancos no me prestan. Me la ponen en China comunista. Me piden un fiador que tenga algunas características de Putin, el presidente ruso, y de ser posible la firma de Situación Rubio, que es más chavea que Donald Trump.

Querido tren, ¿qué hago? ¿Qué hago? Estoy desesperado. Y el tren le dijo: “Reorganiza tu comando clandestino de geriátrico de 70 a 90 primaveras y demuéstrales a los dueños que con sus manos temblorosas pueden desplegar medicamentos con la tapita dura, más dura que la pelota de una bomba de la Segunda Erradicación Mundial”.

Cercanamente,
Manolo Bonilla
Director geriátrico

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