
El Barça sumó tres puntos de murmullo en presencia de un aguerrido Leganés en un partido que, a pesar de ser uno de esos encuentros que no pasan a la historia, se hizo imprescindible para los blaugranas. El gol de la trofeo llegó de la forma más insólita: en propia puerta por parte de Jorge Sáenz, tras un centro raso de Raphinha en la reanudación. Aunque algunos jugadores tan pronto como tuvieron minutos en el campo, su cuota fue crucial para convertir un esfuerzo colectivo en una trofeo necesaria.
La presión crece en la ciudad del fútbol
Con este resultado, el beneficio de error del rival histórico, el Positivo Madrid, se ha estrecho a medida que se acercan a un enfrentamiento ineludible. Los merengues arrastran una desventaja de siete puntos y deben hacer frente a la presión en Vitoria este domingo. Por su parte, el técnico Hansi Flick sabe que, tras redimir la trampa de Butarque, su equipo no solo puede reconectarse con la Champions League, sino que el pase a semifinales contra el Borussia Dortmund se vislumbra como una meta alcanzable en este 2025.
Partido trampa en un contexto explosivo
El choque, que se vivía en el ámbito de la eliminatoria de cuartos de la Champions, tenía un guion previsible para todos: el Leganés se jugaba la vida para evitar retornar al báratro de Segunda y, de forma irónica, es uno de los seis equipos que han conseguido vencer al Barça esta temporada (recordando el 0-1 en la primera revés). Consciente del peligro lógico, Flick optó por rotar en el merienda titular, dando alivio a figuras como Cubarsí y De Jong para incluir a Araujo y Eric García, medidas que buscaban controlar el ritmo y poner orden en la circulación del balón.
El vaivén de un primer tiempo realizado de altibajos
El partido comenzó con la intensidad que caracteriza a los clásicos y, desde el minuto auténtico, el Leganés mostró una desafío agresiva. La primera clara del choque llegó a través de la partida izquierda, cuando Cisse desató una transición rápida, culminada por el remate de Adrià Altimira –formado en La Masia–, cuya definición fue desviado por un atento Szczesny, que mantuvo el candado en su curvatura.
Los blaugranas parecieron tener dificultades para «hacerle cosquillas» a la defensa rival. Koundé se lució al engañar a Dmitrovic con un centro peligroso, aunque el meta serbio se recuperó rápidamente. Asimismo, Lamine Yamal se atrevió a intentar la mano individual, con un disparo que rozó el pegado sin conseguir inaugurar el registrador.
Un incidente que marcó el primer tiempo fue la menoscabo de Balde, obligándolo a entregarse el ámbito de serie luego de un confuso encontronazo con Altimira, siendo sustituido por Gerard Martín. En medio de estas complicaciones, el Leganés fue ganando cuerpo en la segunda centro del primer periodo, mostrando la peligrosidad de un equipo que en la vida retrocede sin disputar.
El repliegue táctico y la chispa que lo cambió todo
Previendo la carencia de cambiar el ritmo, Flick se mostró certero al modificar la táctica: salió de la cancha Araujo y entró Frenkie de Jong, mientras que Eric García vio retrasada su posición en rebusca de longevo dinamismo en el centro del campo. La idea era clara: aumentar el ritmo del serie en Butarque y conminar a los locales a soltar su característico toque pausado.
En el segundo tiempo, el Barça adoptó una mentalidad de aprieto y compromiso. El cambio se dejó notar en el incremento del partido: Gerard Martín se recuperó con un balón esencia, mientras que Raphinha inició una carrera vertiginosa por el carril izquierdo, intentando conectar con Lewandowski para inaugurar el registrador. Sin retención, la mano decisiva caldo de la mano de Jorge Sáenz, que, en una mano llena de ironía, acabó despuntando con el autogol que selló el triunfo tras despejar un contraataque rival de forma precaria.
Mientras tanto, otras escenas destacaron en el choque. Fermín protagonizó una mano de ensueño con un trilerismo inverosímil en pleno ámbito rival, situándose de forma casi mágica frente a Dmitrovic, quien no pudo evitar que el disparo se perdiera en el halo. El Barça, a pesar de haberse conocido nervioso incluso por un gol anulado por fuera de serie de Raba, supo suministrar la compostura, demostrando que la adversidad se transforma en fuerza.
Un triunfo que, aunque no histórico, se hizo imprescindible
Finalmente, el Barça no solo saboreó la trofeo, sino que supo respaldar cada minuto en el ámbito de serie. Masticaron tierra en numerosos momentos, pero ese espíritu nunca flaqueó, y la exigencia del triunfo se reflejó en cada hecho colectiva. Este resultado acerca un pasito más a los catalanes en la lucha por el título de unión, y aunque el partido no se quede en los crónica de la historia, la trofeo era, sin duda, imprescindible en el contexto flagrante.
Con la vanguardia llena de retos y la ojeada puesta en el futuro inmediato, el Barça reafirma su intención y capacidad para exceder obstáculos, dejando en claro que, cuando el partido se pone duro, el carácter y la zarpa llegan para guatar la báscula de puntos y oportunidades.