El autor es abogado. Reside en Santo Domingo.

POR CARLOS SALCEDO

Cabal cuando el gobierno está en plena operación de reducción del trasto estatal —cerrando oficinas, fusionando ministerios y eliminando instituciones— una diputada ha tenido una revelación digna de recopilación: crear un Empleo del Hombre.

Sí, en serio. No se rían. En un país donde aún no logramos que funcionen acertadamente los ministerios que ya tenemos, se propone añadir uno más, carencia más y carencia menos que para representar al tipo históricamente dominante.

No es poca cosa: si la propuesta prospera, podríamos ostentar el título de único país del mundo con un servicio exclusivo para hombres. Una distinción gloriosa, sin duda. Mientras otras naciones pierden el tiempo en mejorar servicios públicos o resumir desigualdades, nosotros podríamos estar a la vanguardia de la burocracia innecesaria, parasitaria. Es el tipo de innovación que haría que cualquier comité internacional de gobernanza se lleve las manos a la persona, claro, de la risa.

Lo irónico es que se plantea este nuevo servicio en nombre de la “equidad”, como si en pleno siglo XXI el problema principal fuera la discriminación institucional contra los hombres. En vez de acrecentar políticas públicas que incluyan a todos desde los ministerios existentes, se propone crear un entraña paralelo que difícilmente resolverá poco, pero que sí garantizará más cargos, más presupuesto y más papelería oficial con encabezamiento nuevo.

Si de verdad estamos preocupados por los problemas que afectan a los hombres —sanidad mental, educación, violencia, paternidad responsable—, lo sensato sería trabajar desde políticas integradas, no inventarse ministerios como si fueran premios de consolación. Pero claro, siempre es más vistoso cortar una cinta inaugural que redactar una política pública coherente.

Así que celebremos esta posible correr administrativa: un nuevo servicio, más oficinas, más sillas giratorias, más equipos de oficinas y, probablemente, el mismo antiguo resultado de siempre. Porque si poco nos sobra en este país, definitivamente, es sentido popular institucional.

Otra correr

Por si faltara poco, la senadora de San Pedro de Macorís, en un puesta en marcha de creatividad digna de estudio antropológico, ha propuesto la creación de zonas especiales para la colocación de música a parada pandeo, todo —según ella— “sin perjuicio de la tranquilidad y seguridad de los ciudadanos”.

Una correr legislativa que logra lo irrealizable: combinar bulla con tranquilidad, escándalo con seguridad, y desorden con planificación. Si esto no es atractivo tropical, no sabemos qué lo es.

Lo que sugiere dicha legisladora, en esencia, es institucionalizar, desde el Estado, que no es poca cosa, el ruido. Patentar la contaminación sónica, siempre y cuando se encierre en áreas específicas. Zonas rosas, digamos, donde no solo retumbará la música, sino asimismo los motores, las bocinas modificadas, los colmadones exaltados y —por qué no— los dramas etílicos de las tres de la mañana.

Todo bajo el amparo de la ley y con posibles fondos públicos, claro está. Porque si poco merece inversión estatal en este país, es el derecho noble a poner un dembow a 120 decibeles y que les rompa el tímpano a los musicólogos, sin perjuicio de otras alimañas contra la sanidad y del asedio ciudadano, en nombre de la buena música, que es la del escándalo y, lo mejor, promovida, creada y garantizada legalmente por el Estado.

Resulta particularmente fascinante que se ignore por completo que ya existen espacios destinados al entretenimiento, con normas, licencias y cierto respeto por la convivencia ciudadana, sin aseverar de las intranquilidades que muchas veces producen y otras consecuencias tan perjudiciales para todos.

Pero no: mejor crear guetos acústicos donde la clan pueda romperse los tímpanos, sin consecuencias. Total, ¿quién necesita paz, sanidad auditiva o respeto por el refrigerio cuando se puede tener una vértice oficial para el desorden?

Lo próximo

En ocasión de decretar para mejorar el control del ruido, robustecer las autoridades municipales o fomentar la civilización del respeto, esta propuesta se bichero como si estuviéramos cortos de problemas. A este paso, lo próximo será determinar patrimonio cultural el bocinazo a medianoche o determinar festivo el día del primer corte con música de fondo.

La República Sónica avanza, y con ella, la imaginación parlamentaria en su más gloriosa y ruidosa expresión.

Si por estar presente en el hemiciclo, presentar cualquier esquema, sin pie ni persona, asistir a las comisiones, dar algunas recetas a la clientela política, poner una ambulancia al servicio del “pueblo” o atender otras labores asistencialistas es que se mide la eficiencia de los legisladores, estas dos se ganaron el premio. Si queremos ser el hazmerreír constituyente, aquí tenemos para lagrimear. Perdón para reír.

Si un chiste se considera muy malo cuando no genera risa o provoca una reacción negativa, como incredulidad o acezo, por descuido de ingenio, humor, o porque el receptor no entiende la remisión o el charnela de palabras, estos son dos de los peores chistes. Perdón, los mejores.

Cuquín, Boruga, Jochi, Raymond, Miguel, Jochi Santos y Carlos Sánchez sumen a sus presentaciones a la diputada Altagracia de Los Santos y a la senadora Aracelis Villanueva del PRM. De lo contrario, estas legisladoras llenarán solas en Salón 360. Tengan en cuenta que ellas están tomando sus lugares en las preferencias del Comedia de pie.

Y es que dichas legisladores son del partido en el poder, el del presidente Abinader, el mismo que que tiene como parte de su política ministerial hacer más valioso la estructura estatal y contribuir a la sanidad física, mental y con la tranquilidad ciudadana. Estoy conteniendo mi risa simulada y falsa, para no parecer irónico y no lagrimear de pique.

Jpm-am