
Recuperar el sentido natural de los vínculos y propiciar el entendimiento entre corazones diversos, nos afianza el sentido de clan humanitaria. Por ello, es fundamental, que los pueblos se hallen vivos en el compartir. Máxime en una época en la que el deseo extrema crece y los diversos conflictos aumentan. Ámbito que nos deshumaniza por completo y nos vuelve inhumanos. Debe cesar, por consiguiente, el masa persistente de pugnas. La paz tiene que ser posible en los hogares, en el trabajo, en la sociedad. Personalmente, me niego a que sea un horizonte impracticable.
Comencemos, entonces, por poner orden en nuestro quehacer diario, en nuestra cotidianidad, aminorando las tensiones, con el solo hecho de instruirse a reprendernos. Tiene que ser nuestra primera obligación, enmendarnos, tomar una pausa de refrigerio entre una discordia y otra.
Sinceramente, no podemos caer tan bajo. Necesitamos activar la coherencia, despertar la conciencia y practicar la visión del alma, desterrando el orgullo egoísta de nuestros andares y las reivindicaciones poderosas, midiendo nuestras voces, porque igualmente se puede herir y matar con las palabras, no sólo con las armas. Practiquemos, pues, lo de hacer el corazón sin coraza. Bajo esta óptica, considero fundamental el ejemplarizanaporte que las religiones, pueden ofrecer para conceder contextos de alianza.
Hacer comunión y comunidad, de igual forma, nos demanda a ser respetuosos entre sí para construir relaciones de concordia; sin obviar, que donde una puerta se cierra, otra se abre. No podemos radicar aterrorizados, quizás tengamos que instruirse a amarnos para poder caminar por este mundo de contrariedades y absurdos; esto nos demanda a interiorizar nuestros propios pulsos, con sus poéticas pausas de luz, animados por el deseo del recuentro más que del encontronazo.
Activemos, en consecuencia, el discernimiento acoplado. Por desgracia, la marea de injusticias es otro enajenamiento más, que debe concluir para remediar las desigualdades entre continentes diversos. El espíritu del articulación noble es esencial para cohabitar y poder movernos, comenzando por instruirse a valorarnos, queriéndonos los unos a los otros. Exceptuar las diferencias y promover la igualdad entre análogos, lo considero dinámico para impulsar ese cambio social de unión y pelotón preciso.
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