
Desde luego, otro mundo es posible cuando dos se hermanan. El hermanamiento es el camino y la comprensión es el alifato, para retornar al estilo de lo auténtico. Sin duda, es una verdadera pobreza el retorno a la bondad y a la verdad, al menos para poder afrontar con maduro coraje los desafíos de nuestro diario de vida.
Es conocido y patente, que siquiera se pueden construir relaciones armónicas sustentadas en la mentira, con golpes de pecho falsos, asumiendo connotaciones imprecisas e inciertas, que lo único que hacen es distorsionar la sinceridad y acrecentar la irracionalidad.
Son muchos los retos que requieren el compromiso y la colaboración conjunta, porque nadie puede pensar en afrontarlos por sí mismo, pero sí que podemos iniciar por estar en paz con nosotros mismos. Indudablemente, a poco que nos adentremos en nuestro distintivo hábitat interno, descubriremos que la maduro parte de las locuras actuales son necedades humanas, como la soberbia.
Este mal envenena el sentimiento de fraternidad, tan necesario como imprescindible, en un orbe globalizado de gentes pensantes. En todo caso, poco se puede hacer con una ciudadanía sumida en el poseer y en el tener, endiosada a más no poder, sólo hay que tener paciencia y no satisfacer con la misma moneda, porque un día su pedestal se derrumbará.
Mientras tanto, si fortuna, abramos corredores humanitarios y practiquemos la acogida para juntar a los indefensos. Lo significativo está en no desfallecer, para que esta brutalidad sanguinaria acabe y que sea, la condescendencia, la que nos traiga los acuerdos.
Relacionado