
Samaná.– En las costas del noreste dominicano, una batalla se libra cada albor silenciada por la tinieblas: proteger los huevos de tortugas marinas ayer de que el sol, los depredadores o la actividad humana interrumpan el ciclo milenario de estos reptiles marinos.
En 2024, la Fundación Eco-Bahía (del Especie Pinero) ha hexaedro un paso firme en esta representación, resguardando 15 nidos y garantizando el origen de 1,758 crías de tortugas en playas de la provincia de Samaná y otros puntos del playa este del país.
Aunque la sigla pueda parecer modesta comparada con la escalera entero, cada piscifactoria cáscara representa una conquista en un contexto preocupante: cuatro de las siete especies de tortugas marinas del planeta están en peligro de cese, y todas anidan, migran o transitan por aguas del Caribe.
Proteger desde el principio: del huevo al mar
El protocolo desarrollado por la Fundación Eco-Bahía para la protección de nidos en República Dominicana albarca desde el extras a hembras durante el desove, hasta la reubicación de huevos en aventura, la señalización y monitoreo de los nidos, y la independencia segura de las crías cerca de el mar. Cada entusiasmo es milimétricamente coordinada para maximizar la tasa de origen y minimizar interferencias humanas o naturales.
El software arrancó en el país en 2022 como parte de una expansión del tesina iniciado en México en 1999, y ha incompatible en playas como las de Samaná un ámbito fértil para crecer. Desde entonces, la ocupación se ha extendido asimismo a complejos turísticos del este del país, demostrando que turismo y conservación no solo pueden convivir, sino complementarse.
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La protección de huevos de tortuga representa un esfuerzo de educación comunitaria, turismo responsable y compromiso empresarial. Según datos del Tarea de Medio Circunstancia, las costas dominicanas reciben cada año desoves esporádicos de especies como la tinglar, la carey y la tortuga verde, y cualquier esfuerzo por proteger sus nidos multiplica la probabilidad de que estas especies sigan surcando nuestros mares.
Aunque la tasa natural de supervivencia de las crías es muy devaluación —se estima que solo una de cada mil llega a la años adulta—, cada piscifactoria cáscara amplía la esperanza de perpetuar estas especies centenarias, que han sobrevivido a glaciaciones y cambios tectónicos, pero hoy enfrentan su viejo amenaza: el ser humano.
Educación y ciencia ciudadana como aliados
La Fundación asimismo ha impulsado actividades de sensibilización en comunidades y escuelas locales, integrando a niños, turistas y colaboradores hoteleros en el proceso de conservación. En 2024, sus programas en el país incluyeron iniciativas educativas y formaciones internas que involucraron a miles de personas, reforzando la idea de que la protección ambiental empieza por el conocimiento y la conciencia.
Incluso se registraron contribuciones a plataformas de ciencia ciudadana como iNaturalist, permitiendo documentar la biodiversidad tópico con billete comunitaria y firmeza científica.
Aunque la viejo parte del trabajo de la Fundación se concentra en México —donde en 2024 protegieron más de 100,000 crías—, la expansión cerca de República Dominicana representa una reto clara por el Caribe insular. El maniquí de protección empollón en playas mexicanas ha sido replicado con éxito tópico, y se proyecta que la sigla de nidos resguardados aumente progresivamente en los próximos primaveras.