
Sean estas mis primeras palabras para darle mi respaldo irrestricto -totalmente improcedente, sin logro de ningún tipo, a la ministra de Interior y Policía, Faride Raful, no por ser hija del embajador y poeta Tonny Raful, Premio Franquista de Letras, al que me une larga amistad desde hace muchos primaveras yuxtapuesto a su religiosa Feligresía, tanto es así, que en ocasiones me dice: Tío.
Sin confiscación, mi apoyo no viene entregado por los afectos cerca de su padre, sus hermanos, sobre todo Vladi (Lenin) y Amín, grandes profesionales, hombres de adecuadamente, a los que conocí siendo casi nada unos niños “, al igual que sus demás hermanos, con los que no he tenido un trato tan cercado. Todos, hasta donde sé, son ciudadanos honorables.
Faride Raful tiene estudios especializados en el país y en el extranjero. Ha sido diputada y senadora de Santo Domingo. Igualmente ha ocupado parte de la dirección tanto del Partido Revolucionario Dominicano, hoy PRM, adquiriendo una gran experiencia política. Significa que no es una improvisada, que no salió de la mínimo, ni que heredó el cargo ministerial que ocupa por ser hija de Tony. (No es una improvisada en el partido, en la política, ni en el Estado,
Podrá cometer errores -de hecho, creo que los ha cometido en su ya larga trayectoria política. Es una mujer, igualmente hasta donde sé, integra, capaz y honesta. Su principal deseo es cumplir con la responsabilidad que le asignó el presidente Abinader y su partido. No está en campaña.
Sus aspiraciones presidenciales, si alguna vez la tuvo o las tiene, la pospuso para cuando las circunstancias lo permitan.
Con alguna frecuencia escucho críticas muy duras y ácidas en su contra, desmesuradas y hasta ofensivas que intentan vulnerar su integridad, a lo que entiendo nadie tiene derecho.
La comunidad, los padres, la entidad y la privacidad de las personas deben ser sagradas, sobre todo en un “Estado tolerante de derechos” donde todos debemos tener derecho a la privacidad y al buen nombre, como lo consigna la Constitución.
Todos reclamamos derechos, pero nadie quiere cumplir deberes. La democracia no me gusta, lo he dicho muchas veces, porque le da derecho a todo el mundo, a los necios como a los ignorantes, a los estúpidos como a los inteligentes, a los “brutos” como a los “inteligentes”, a los que saben deletrear y escribir como a los analfabetos. Los derechos humanos deben ser para los humanos derechos, no para los que nacieron torcidos o se torcieron en el camino social de sus vidas.
En este país hay que poner orden, hay que disciplinarlo de algún modo, incluso por la fuerza, si es necesario. Usted no puede hacer ni aseverar lo que le da la apetito sin consecuencia alguna. ¡No!
Hay que poner orden, respetar las normas, los protocolos, las leyes. Nunca olvidemos que, como decía Alberto Cortez, “somos los demás de los demás”.