
Santo Domingo. – El asunto fronterizo es particularmente complicado para la parte dominicana por varias razones, la principal de ellas la estabilidad política y económica en un ámbito de crisis profunda de la parte haitiana.
Hasta para los enfoques críticos como el publicado por Vatican News, bajo el título “Haití y República Dominicana, dos infiernos para un mismo pueblo”, es preferible dirigirlos desde o cerca de la parte dominicana, que es donde puede poseer oídos, interlocutores e intereses sensibilizables desde la opinión pública internacional.
En la frontera concurren el tráfico humano, operación de bandas armadas, renuencia del gobierno dominicano a participar en cualquier vía actos de opción del asunto haitiano, rendimiento del asunto migratorio por instrumentos locales para capitalizar políticamente y la inspección de todos cerca de la parte dominicana como puerto seguro en la isla, no sólo para los extranjeros obligados —diplomáticos y militares—, asimismo para los haitianos de todos los niveles.
A la concurrencia de todas estas opciones en un punto se le puede considerar una coyuntura, particularmente arduo para los empleadores y el gobierno dominicanos.
Cuando ha cuantificado la presencia marcial en la frontera el gobierno ha dicho que tiene unos merienda mil efectivos. Esto implica un presupuesto significativo en un ámbito del país que no se refleja en bienestar ni control válido del tráfico humano.
La operación de las bandas armadas al otro flanco de la frontera obliga a estar alerta de forma permanente, no sólo porque pueden cruzar a este flanco en escudriñamiento de seguridad y almacenamiento, sino en escudriñamiento de armas y municiones.
Si Haití es el averno, Santo Domingo no puede serlo. Nadie huye cerca de el fuego.