

El autor es abogado. Reside en Santo Domingo.
La imprudencia en cualquier sociedad se manifiesta a través de conductas o hábitos que pueden dañar física y moralmente a otros, alterar la vida en lo personal y la de los demás, todo por la yerro de cuidado o previsión en presencia de posibles riesgos.
En la República Dominicana se puede observar penosamente que el control de la imprudencia está amenazando con desbordar el sentido global, el estabilidad del orden, el valía de la conciencia; en definitiva, la propia supervivencia o el respeto al don de la vida.
Por lo que es de suma indigencia analizar profundamente como Estado, ese comportamiento humano de tales individuos que se exponen recurrente y progresivamente en presencia de lo imprudente, la temeridad, lo negligente y la indiferencia, sin avizorar el sentido alguno que justifique tal gala descuidada o dicha afrenta peligrosa.
El periodista y poeta argentino Roberto Alifano, en presencia de ese aberración anormal y pérdida de visión social que contraría lo racional, plantea una frase muy musculoso que interpela y hace reflexionar al expresar que ¨los fanales no sirven de mínimo en un cerebro ciego¨.
Entender que esos referidos seres humanos por sus prácticas fuera de control, excesivas y sin límites se convierten en activos portadores de desgracias o resultados no deseados; artículos que podrían ser previsibles y evitables, pero que fruto de la fealdad, ceguera cerebral o inobservancia a una norma o regla establecida; al no contar sus acciones, ni evaluarse sus reacciones, no se dan cuenta del dote atrofiado que comparten conductual y negativamente hablando; ni de la dependencia de sucesos lamentables y de dolor que están sembrando.
Despertar
Manido lo antedicho, se requiere originar un despertar de esa ceguera, a través de los fanales de la conciencia que involucre la toma de decisiones razonadas, el cumplimiento del deber cívico, acciones con medidas efectivas y duraderas, la aplicación del régimen de consecuencias y la observancia de la responsabilidad social.
No se puede continuar mirando superficialmente a través del entendimiento ciego, por ejemplo, la gran crisis de seguridad viario existente en el país, especialmente por los accidentes de tránsito, y no reaccionar en lo más pequeño o hacerse la aspecto gorda. Eso es inaceptable.
En presencia de esa sinceridad social el escritor José Saramago anima a producirse de la consejo a la argumento, a despertar del estado de ¨ciegos que pueden ver, pero que no miran¨; en el entendido que la persona se define por sus actos; esto implica registro del contexto tal y como es, aunque sea incómodo o incomode, y la comprensión sobre el impacto de sus acciones en su entorno.
Lo antedicho se complementa con la recomendación que formuló el escritor y político estadounidense Theodore Roosevelt al señalar que ¨en un momento de intrepidez, lo mejor que puedes hacer es hacer lo correcto. Lo peor que puedes hacer es no hacer mínimo. ¨
En fin, el Estado tiene el deber de impedir que la imprudencia se convierta en un comportamiento global, culturalmente aceptado o fomentado en el imaginario social. Legado que como muy admisiblemente emplea el escritor gachupin Baltasar Gracián ¨nunca abras la puerta a un mal último, ya que otros y mayores invariablemente se meten detrás¨.
La imprudencia no debe ser aspecto como poco a no temer, rápido, simple, de dejar producirse o dejar hacer; eso sería un enfoque muy peligroso. Es imperativo reconocerlo como poco importante y perjudicial; de ahí pues que se demanda prioritariamente de un cambio cultural que coadyuve a desarraigar esa mala destreza ética pudoroso, social y jurídica.
El no hacer mínimo en contra de ese flagelo puede producir metástasis con implicaciones negativas en la seguridad, la protección, la lozanía, la paz, la calidad de vida y en el ampliación social.
De ahí la importancia de abordarla desde una perspectiva integral con el impulso de políticas claras y firmes que afronte las consecuencias nefastas que generan los hábitos imprudentes; pero que promueva a su vez el establecimiento de una civilización de la prudencia y del buen trato que asegure que la ciudadanía comprenda que modelar la prudencia en el comportamiento diario contribuye poderosamente a la construcción de una sociedad más certamen, armoniosa y próspera.
angelgomera@gmail.com
Jpm-am
Compártelo en tus redes: