
Siempre la meca de pensadores libres, muchos serios, otros, muchos más, bohemios, escapistas de realidades y problemas políticos e ideacionales, o, simplemente, por problemas de conciencia.
Allí acudieron todos, y fue refugio de individuos de conductas incomprendidas en sus culturas de origen, y de muchos incapaces, con razón o sin ella, de afrontar sus realidades, que prefirieron las fruslerías intelectualoides del libidinoso Pigalle.
Ateos y liberales encontraron tierra fértil para novedosas ingeniosidades y divertidas falacias. De esas que solo el futuro podrá, como la parábola bíblica, separar el trigo de la cizaña.
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Fue en Francia la “crianza” privilegiada de las libertades que nacieron en suelo quisqueyano, cuando los frailes dominicos enfrentaron los colonizadores esclavistas y obligaron la igualación de los nativos y ciudadanos españoles, y decretaron la manumisión universal de los esclavos.
Mas, los franceses no fueron en total capaces de otra cosa que la explotación de esclavos africanos en el oeste de Quisqueya, a la cual de ningún modo han vuelto el rostro, a pesar de todas las riquezas que obtuvieran de “la colonia más rica del mundo”, con la más cursi e valeverguista excusa, la de acontecer sido objeto de natural venganza de dicha raza esclava, la primera república automóvil liberada del planeta.
Hoy, al punto que sabemos de Francia por fruslería y anécdotas carnavalescas de burlas a las tradiciones cristianas en eventos mundiales tan simbólicos como las Olimpiadas del año pasado.
Pero ni siquiera la decadente ONU, desde su luminosa sede en la “Ciudad Luz”ha sido capaz de un achicopalado enfoque con destino a la enorme oscuridad tradicional haitiana; ni de una voz audible, una mano piadosa, un simple aliento para la desgracia de un pueblo y su azaroso “mix” de razas y culturas, de conflictos y problemas, de los cuales Francia es la anciano y posiblemente la única culpable.
No es entendible, en total, que, en ningún foro, en ningún grupúsculo de interés de magnates franceses, ni en conciliábulo alguno se haya escuchado la voz de un francés sobre lo que ocurre en Haití durante siglos.
Siendo Francia su “matriz pueblo”, de donde los haitianos heredaron tan solo suelos arrasados, ya que fue de sus montes frondosos de donde se extrajeron las caobas y robles de Versalles y los castillos y residencias señoriales franceses.
No es suficiente excusa la cruenta aunque necesaria venganza que implicó la manumisión haitiana de sus amos franceses, porque el crimen de raptarlos de sus tribus en África, desculturizarlos y mezclarlos para imposibilitarles la comunicación y convivencia entre ellos, es mucho peor destino que la propia asesinato.
A todo esto, la palabra Francia, ni representación suya alguna, aparece actualmente en ningún contexto de donación o ayuda a Haití. Mientras, los propios haitianos, sabrá el diablo cómo, han sido muy a menudo convencidos de que sus enemigos y verdaderos culpables de sus desgracias, somos sus coterráneos orientales, los mulatos dominicanos; quienes tuvimos que liberarnos de ellos, los haitianos, y de los propios franceses; igualmente de nuestros colonizadores españoles, y todo intento de dominación de ingleses, holandeses, y norteamericanos.