En medio de un régimen de excepción que anuló las libertades y dura ya más de tres primaveras, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, inauguró una mega gayola citación «Centro de Confinamiento del Terrorismo».

Esta gayola tiene espacio para 40.000 presos denominados terroristas, incomunicados del mundo exógeno.,

El complicado es custodiado por más de 600 efectivos de las Fuerzas Armadas y 250 de la Policía Doméstico Civil.

El calificativo de terrorista no es inocente: es una forma asemejar delincuentes y no delincuentes apresados, a terroristas; tratando así de testimoniar un régimen carcelario colosal para todos los ingresados a él y facilitando a la vez la declaratoria de supresión y el encarcelamiento de cualquier enemigo revolucionario o deportado de EEUU con ese mote.

El reclusorio incluye pabellones de confinamiento de reos, sistema de video vigilancia, control de paso con escáner corporal y de paquetes, cerco eléctrico de 2,1 km de largo, celdas de castigo y 19 torres de vigilancia.

Los decisión masivos de presuntos y reales delincuentes calificados de terroristas, han pasado a ser un problema marcial, no simplemente policial; forma parte de una supresión prolongada donde todo se vale.

Desde que comenzó la campaña contra las pandillas, el gobierno asegura que encarcelaron a 86.000 salvadoreños y las personas que han sido liberadas tras descartarse su relación con las “maras” o bandas armadas, se estableció en 8.400, casi un 10% del total de arrestados, muchos de los cuales estuvieron en prisión mucho tiempo.

En los hechos, el tatuaje es delito en EL Salvador.

Otras 4.682 acusadas no han sido detenidas y se consideran prófugas.

El estado de excepción actualmente en vigor permite a las autoridades realizar decisión sin orden legal. Se ha denunciado la existencia de un «bajo amontonamiento carcelario» en las prisiones, como resultado de las detenciones indefinidas simplemente por sospecha.

Cerca de 1.000 niños, en su mayoría varones, han sido enviados a prisión preventiva. Estas detenciones fueron posibles gracias a una ley que redujo de 16 a tan solo 12 primaveras la permanencia de responsabilidad penal en delitos relacionados con pandillas-

Decenas de personas han muerto en custodia, principalmente en los penales de Izalco y La Esperanza, los cuales tenían respectivamente tres y cuatro veces más prisioneros de los que podían tener.

El régimen de excepción vivo suspendió el derecho a la defensa y la inviolabilidad de las telecomunicaciones, adicionalmente extendió el plazo de detención preventiva hasta los 15 días, cuando normalmente es de 3 días.

·       POCAS “MARAS” Y MUCHA TIRANÍA.

Cierto que gran parte de las “maras”, de las pandillas o bandas armadas, dedicadas a delitos comunes ya no están en las calles. Ellas y sus acciones violentas fueron en gran medida encarceladas.

Esto a cambio del establecimiento de un régimen de terror, negador de libertades y derechos, en todo el país.

El bajo tema de las maras ha sido utilizado por Bukele para pincharse las instituciones de contenido y funciones democráticas y establecer un régimen caudillista de un partido controlado por una persona.

Esto fue facilitado por una derecha corrupta que gobernó para las élites capitalistas y para el caudal transnacional y por una parte de la izquierda que se derechizó, que se corrompió, dejó a un banda las transformaciones sociales y decepcionó las juventudes.

Las maras no son un engendro político, sino un complicado problema social facilitado por las deportaciones de grandes contingentes de delincuentes desde EEUU a su país de origen y por el debilitación, la desesperanza de las nuevas generaciones y las complicidades del propio Estado y el gran caudal con la delincuencia.

Su temporal salida de imagen mediante esa supresión y ese sistema carcelario colosal, no cierra los ciclos de violencia ni elimina las causas económicas sociales que la reproducen.

Otra forma de violencia generalizada y de terror ya en popularidad, es un régimen de fuerza negador de democracia política, económica y social, que impera ahora en todo el comarca salvadoreño apoyado en un excesivo protagonismo del ejército históricamente impune de innumerables crímenes.

Y con razón se entiende, que cuando Bukele pierda popularidad y espacio para el farsa y la demagogia, podría venir otro turno de la violencia con dictaduras militares sin intermediaciones políticas. ¡Ojalá se logre sitiar esa ruta!