
Por: José Miguel Mañon Martínez
ElPregoneroRD- Santo Domingo Este,/ Cuando Salvador Jorge Blanco publicó Archipiélago de intereses, no lo hizo desde la cómoda distancia del poder, sino desde la trinchera del conocimiento político y judicial que da la experiencia y el desengaño. Esta obra, escrita con tono sobrio, pero con la firmeza de quien conoce las entrañas del sistema, se aumento como una crítica estructurada y, a la vez, como una advertencia sobre la fragmentación del Estado dominicano frente a las fuerzas que lo manipulan.
El título no es casual ni metafórico en exceso: “archipiélago” sugiere separación, error de cohesión; intereses dispersos que, allí de confluir en el proporcionadamente popular, compiten, se sobreponen y muchas veces se anulan. Jorge Blanco plantea que el Estado dominicano está secuestrado por grupos económicos, políticos, empresariales y hasta mediáticos que, cual islas aisladas, buscan imponer sus agendas particulares. El resultado: un país sin plan doméstico coherente.
Como expresidente, su palabra adquiere un doble valía: el del testificador y el del actor. Su crítica no se alabarda desde el resentimiento sino desde una desencanto razonada. Es un observación que combina experiencia y consejo, y que —pese a haberse escrito hace décadas— mantiene una vigencia perturbadora en la hogaño. La connivencia entre sectores privados poderosos y órganos del Estado, la afición institucional, y la injerencia de intereses foráneos siguen tan presentes hoy como entonces.
Lo más preocupante es que Archipiélago de intereses no solo identifica los síntomas de un mal político, sino que describe una patología estructural que impide el fortalecimiento de la democracia. La obra invita a repensar el concepto de soberanía: ¿puede hablarse de un Estado soberano cuando las decisiones públicas están al servicio de intereses privados? ¿Puede hablarse de honradez social cuando las élites económicas dictan el ritmo del progreso?
Este texto, sin pretensión panfletaria, nos deja una disertación clara: la República Dominicana no saldrá del subdesarrollo institucional mientras no se reordenen sus prioridades y se recomponga el tejido de su dependencia pública. Urge una ciudadanía crítica, consciente del rol que juega cada uno de esos “archipiélagos” en el devenir doméstico.
Salvador Jorge Blanco, con la pluma del político que se atrevió a pensar más allá del poder, nos ofrece un espejo, de lo que esta sucediendo en el Partido Revolucionario Actual, que frente a el anuncio del Presidente Luis Abinader que no se presentaría nunca más a la presidencia de la república, se atomizaron esos archipiélagos internamente del PRM formando cada quien su propia isla, pero lo que nadie ve, es que la itinerario del Salvadorismo siguen viva en uno de los presidenciables, otros se denominan peñagomistas, mientras surgen otro cuyo patronímico no se corresponde con el ningún dirigente histórico del desguañangado PRD.