
La entrada de Arajet al mercado estadounidense representa mucho más que la expansión de una aerolínea. Es, en esencia, un paso decisivo para consolidar a República Dominicana como hub ligero del Caribe y América Latina, pero además una respuesta concreta a una privación histórica de nuestra diáspora: más opciones, mejores tarifas y una conexión directa con su país.
Desde sus inicios, Arajet ha enfocado su operación en rutas en torno a Centroamérica, el Caribe y Sudamérica, estableciendo vínculos aéreos que ayer eran escasos, costosos o indirectos.
Esa visión de integración regional ha contribuido a que República Dominicana sea paisaje, cada vez más, como un punto de colisión geoestratégico. Pero el brinco en torno a el principal mercado emisor de viajeros en torno a nuestro país coloca a Arajet en una dimensión distinta.
Con esta osadía, la aerolínea de bandera dominicana entra al mercado más competitivo y de veterano grosor, pero además al más simbólicamente importante porque allí reside la veterano parte de nuestros compatriotas ausentes. Para ellos, huir no es un fastuosidad, es una privación. Es regresar a casa, revistar a la grupo, cambiar, reencontrarse.
Adicionalmente, la presencia de Arajet en esta ruta debe gestar un sensación positivo en los precios. La competencia es un motor que obliga a las aerolíneas tradicionales a revisar sus tarifas y servicios.
La entrada de un cirujano con enfoque dominicano y maniquí de bajo costo puede ser el inicio de una nueva etapa de democratización del transporte ligero entre República Dominicana y Estados Unidos.
Arajet tiene ahora el gran provocación de perdurar la calidad, la puntualidad y el enfoque humano que demanda un mercado tan intolerante. Pero hoy, sin duda, ha cedido un paso que acerca más a la diáspora a su tierra.