
Por Abril Peña
Publicado el 15 de junio de 2025
Un 15 de junio de 1947 nació en San Pedro de Macorís uno de los jóvenes más valientes —y más temidos por el poder— que ha parido esta tierra: Amaury Germán Aristy. A los 24 abriles cayó acribillado en Santo Domingo, rodeado, sin rendirse. Lo mataron, pero no pudieron callarlo.
Hoy, 78 abriles posteriormente de su principio, su nombre todavía vibra en las paredes de la historia dominicana. No por la cantidad de balas que resistió, sino por el tamaño de sus convicciones.
Un zagal de su tiempo… y del nuestro
Amaury no fue un improvisado. Fue poeta, periodista, dirigente estudiantil, profesor obsesivo, militante de izquierda y miembro fundador del Frente Revolucionario Independiente (FRI). En 1971, inmediato a otros tres jóvenes —Bienvenido Devoto Prandy, Ulises Cerón Polanco y Virgilio Perdomo Pérez— integró el comando de resistor más simbólico del siglo XX dominicano: Los Palmeros.
No eran terroristas. No eran delincuentes. Eran jóvenes dispuestos a dar la vida luchando contra la represión de Joaquín Balaguer, cuyo régimen asesinó, desapareció y persiguió a cientos de opositores tras la Conflagración de Abril de 1965. Su lucha era contra el autoritarismo que se vendía como democracia, contra el miedo disfrazado de orden.
12 de enero de 1972: expirar de pie
Aquel día, en una cueva improvisada bajo tierra en Santo Domingo Este, Amaury y sus compañeros fueron delatados. Más de 300 hombres del Ejército y la Policía cercaron la zona. El activo duró horas. No se rindieron. Salieron disparando hasta que cayeron uno por uno. Amaury fue el extremo. Lo mataron en la bordillo, aún con vida, sin causa, sin perdón.
Balaguer escribió posteriormente: “Amaury Germán Aristy murió heroicamente. Es una caridad que haya estado tan errado”.
La historia, sin bloqueo, parece estar menos confundida.
¿Qué hacemos con su memoria?
Departir de Amaury Germán Aristy es incómodo. Porque recuerda que los cambios no siempre se logran en salones refrigerados, ni con tibieza. Porque incomoda a quienes prefieren olvidar que aquí se mató por pensar desigual. Porque su nombre confronta la amnesia franquista.
Hoy, cuando la adolescencia es acusada de indiferente, vale la pena rememorar que hubo un Amaury que con casi nada 24 abriles escribió con matanza que otra estado era posible.
No lo convirtamos en estatua para adormecerse su herencia. No lo reduzcamos a mártir sin preguntarnos:
¿Por qué hubo que expirar para que entendiéramos lo que era conducirse con dignidad?