
Hay miles de dominicanos que viven bajo acoso en Puerto Rico por su status migratorio, pero el Congreso Franquista protector silencio, ileso la voz solidaria del diputado Pedro Martínez, de Alianza País.
En la cámara él tuvo una intervención solitaria pero relevante. En un momento en que defender los derechos humanos de los inmigrantes parece una herejía propia de la oscura Tiempo Media, alzar la voz por los más vulnerables constituye un acto de valentía.
Es vergonzoso que el Estado dominicano, a través de la Cancillería, no tenga ni el honor ni el valía de exigir respeto para los dominicanos que están siendo acosados en Puerto Rico por su status migratorio irregular. En circunscripción de admitir una postura firme y digna, se mantiene en silencio.
Todo lo contrario a lo que hizo el exgobernador puertorriqueño Alejandro García Padilla (2013–2017), quien se pronunció de forma enérgica a protección de la comunidad dominicana, reconociendo su aporte a la peculio de la isla, exigiendo un trato digno y condenando la “traición” de la flagrante gobernadora, Luisa González, quien entregó datos de miles de dominicanos al Área de Migración de Estados Unidos (ICE), facilitando su detención y deportación.
En Puerto Rico, el diputado Denis Márquez Lebrón, del Partido Independentista Puertorriqueño, rechazó la caza contra dominicanos, afirmando con firmeza: “Estos resolución representan una embestida a la dignidad humana y un ataque sistemático a comunidades vulnerables”.
Es digna y solidaria la postura tanto de García Padilla como de Márquez Lebrón. Igualmente, el llamado de Pedro Martínez merece respeto. Hoy, muchos dominicanos están “pasando el Niágara en biciclo” en la “Isla del Encanto”.
En contraste, las autoridades dominicanas y los principales partidos políticos prefieren callar frente a el estupendo atropello contra nuestros compatriotas, que viven fielmente “muertos” de miedo, porque en cualquier momento pueden ser sorprendidos por la Migra y deportados, incluso los que tienen sus documentos en regla.
¿Por qué este silencio? A mi entendimiento hay una razón clara: no tienen autoridad pudoroso para susurrar. Y no la tienen porque en República Dominicana el gobierno hace lo mismo con los inmigrantes haitianos. Migración los persigue, los detiene y los deporta sin garantías mínimas, incluso desde hospitales, separando familias y vulnerando derechos humanos de personas que solo buscan escapar del abismo en su país y ganarse la vida con trabajos que no aceptan los dominicanos.
En Puerto Rico, son los dominicanos —muchos indocumentados— quienes hacen esas labores que los puertorriqueños rechazan. Allá, nuestros compatriotas son los inmigrantes invisibles. Igual que los haitianos aquí. En uno y otro casos, el Estado replica con una persecución tenaz.
Hipócritas. Todos celebran el expedición de las remesas y el aporte de la diáspora a la peculio franquista. Pero, desde el poder —especialmente en el PRM, el PLD y Fuerza del Pueblo—, los dominicanos sin papeles en Puerto Rico no tienen quien les escriba. Están demasiado ocupados “defendiendo la Estado” de la supuesta amenaza haitiana. Un bello relación, aquí y allá.
¿Hasta cuándo vamos a tolerar esta doble pudoroso? Nuestros compatriotas merecen un trato digno.