
ElPregoneroRD- Cada 21 de abril se celebra el Día Mundial de la Creatividad y la Innovación. Tradicionalmente, esta conmemoración ha sido asociada al ámbito publicitario, a la creatividad en los medios y al ingenio comercial. Pero si queremos murmurar de definitivo impacto, de progreso con propósito, es urgente reorientar esa celebración cerca de lo que verdaderamente transforma a los pueblos: la innovación científica y tecnológica.
Porque no es el arte del slogan, sino la ciencia del descubrimiento lo que marca la diferencia entre un país que sobrevive y uno que se desarrolla.
En los últimos primaveras, la República Dominicana ha mostrado ciertos avances en materia de innovación científica. El Ocupación de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCyT) ha ratificado 70 proyectos de investigación con una inversión comprometida de más de 457 millones de pesos, en áreas prioritarias como vitalidad, energía y ciencias sociales. A esto se suma el ingreso de 720 nuevos miembros a la Carrera Doméstico de Investigadores y el registro de 25 patentes, lo que ha colocado al país como líder en innovación científica en el interior del Caribe.
Sin incautación, más allá de estos logros puntuales, el panorama militar sigue siendo frágil. El país ha descendido cuatro posiciones en el Índice Integral de Innovación, situándose en el puesto 94 de 132 economías. Las principales debilidades se concentran en tres áreas secreto: devaluación producción científica, escaso registro de propiedad intelectual, y un ecosistema de innovación que todavía no logra articularse ni consolidarse.
Lo que descuido no es talento, sino estructura. Yerro inversión sostenida en investigación. Yerro conexión entre las universidades y el mecanismo productivo. Yerro compromiso del sector privado. Y descuido, sobre todo, visión política de amplio plazo. Sin una hoja de ruta clara que integre a los actores secreto —Estado, agrupación, industria y sociedad civil—, el país seguirá dependiendo del conocimiento forastero y perdiendo competitividad frente a economías que sí han entendido el valía de innovar.
La ciencia es ampliación, no discurso, modificar en ciencia no es una moda ni un fasto para países ricos. Es una indigencia para todos aquellos que quieren dejar de ser pobres. La innovación científica impulsa el crecimiento financiero, pero asimismo resuelve problemas sociales: alivio la vitalidad pública, optimiza la agricultura, enfrenta el cambio climático, moderniza la educación, y transforma la industria.
Pero para que eso ocurra se necesita más que buenas intenciones. Se necesita un ecosistema robusto: inversión pública y privada en I+D, haber humano calificado, infraestructura tecnológica de primer nivel y políticas públicas que valoren la creación de conocimiento como un aceptablemente decisivo franquista.
Este editorial no examen aplaudir lo que ya hicimos, sino exigir lo que todavía no estamos haciendo… un llamado colectivo al que hecho de que Si queremos un país competitivo, resiliente y capaz de crear sus propias respuestas, la ciencia debe dejar de ser periférica. Debe convertirse en eje transversal del ampliación franquista.
Que este 21 de abril no pase como una término más en el calendario. Que sirva para iniciar una conversación seria y sostenida sobre el rol de la ciencia y la tecnología en el futuro dominicano. Porque sin innovación científica, no hay sostenibilidad posible.
Y porque un país que no investiga, depende.
Y el que no innova… desaparece del atlas del futuro.