
Mientras los turbulentos movimientos arancelarios de Donald Trump sacuden los mercados globales, se calma que el presidente chino, Xi Jinping, utilice su primer delirio al extranjero del año para presentar a China como un socio comercial más estable y confiable. Xi visitó tres países del sudeste oriental esta semana, comenzando por Vietnam el lunes, seguido de Malasia y Camboya.
“Debemos trabajar unido con el Sur Completo para defender los intereses comunes de los países en incremento”, escribió Xi en un artículo publicado en el gaceta oficial del Partido Comunista de Vietnam. “La conflagración comercial no tendrá ganadores, y el proteccionismo no conduce a ausencia. Nuestros países deben proteger decididamente el sistema multilateral de comercio, las cadenas industriales y de suministro globales estables, y un entorno internacional libre”.
China es un socio comercial importante de Vietnam, Malasia y Camboya. Sin retención, una vez que finalice la pausa de 90 días en los aranceles recíprocos de Trump, Vietnam enfrentará una tasa arancelaria del 46 %, Malasia del 24 % y Camboya del 49 %. Estos países están buscando ser eximidos, para lo cual Estados Unidos ha establecido condiciones claras. “Queremos escuchar a países como Camboya, México y Vietnam afirmar que dejarán de permitir que China evada los aranceles estadounidenses enviando exportaciones a través de sus territorios”, afirmó Peter Navarro, asesor comercial de Trump.
Mercado de bonos y reservas internacionales
Los recientes movimientos en los mercados de deuda soberana parecen reflectar un cambio táctico en la asignación de activos por parte de algunos grandes tenedores de reservas internacionales. Desde la semana pasada, se observa una dinámica en la que se venden bonos del Hacienda estadounidense mientras se adquieren activos denominados en euros. Este patrón sugiere una posible rotación de portafolio por parte de actores esencia, y entre ellos, China podría estar desempeñando un rol importante.
Si correctamente los fondos soberanos chinos no necesitan entregar directamente sus tenencias de bonos del Hacienda para comprar renminbi (CNY) —y así provocar un aumento en los rendimientos de los bonos estadounidenses—, pueden conquistar un sensación similar transfiriendo reservas con destino a activos europeos y deshaciéndose de deuda estadounidense, lo que igualmente presiona al incremento los rendimientos. Esta logística permitiría a China diversificar sus activos de reserva, ceñir su exposición al dólar y, al mismo tiempo, mandar una señal geoeconómica clara en un contexto de tensiones comerciales y tecnológicas con Estados Unidos.
El impacto acumulativo de esta reconfiguración podría tener consecuencias relevantes para la estabilidad del mercado de deuda soberana estadounidense, especialmente si otros países con amplias reservas internacionales siguen un patrón similar de diversificación.
Implicaciones para la política monetaria
El colapso repentino de operaciones apalancadas en los mercados de bonos —como los Swap Spreads Y operaciones básicas— tiene implicaciones significativas para la conducción de la política monetaria. En primer zona, este episodio evidencia que la transmisión de la política monetaria puede estar condicionada por la fragilidad estructural del mercado secundario de deuda soberana. Si los traficantes y fondos apalancados se convierten en los compradores marginales dominantes de bonos del Hacienda, entonces la efectividad de los movimientos en la tasa de remisión se ve limitada por la disponibilidad de solvencia y la tolerancia al peligro de estos actores privados.
En segundo zona, la creciente dependencia del mercado repositorio como mecanismo de financiamiento para operaciones de arbitraje genera un peligro sistémico que puede amplificar los género de cualquier ajuste monetario. Subidas agresivas en la tasa de interés o cambios en las condiciones de solvencia pueden disparar ventas forzadas de activos —como ha sucedido recientemente—, desencadenando un círculo vicioso de desapalancamiento, aumento en los rendimientos de los bonos y volatilidad en los precios de los activos.
Este entorno crea un dilema para los bancos centrales. Por un flanco, necesitan continuar su ciclo de normalización monetaria para controlar la inflación. Por otro, la sensibilidad del mercado de bonos a los choque de solvencia aumenta el peligro de una dislocación financiera, como se evidenció durante los episodios de tensión en el mercado del Reino Unido (2022) o el colapso de las operaciones básicas en EE. UU.
Adicionalmente, la creciente rigidez del mercado de deuda pública, conveniente a regulaciones como el Índice Suplementario de Apalancamiento(SLR, por sus siglas en inglés), reduce la capacidad de los bancos comerciales para absorber papel del Hacienda en momentos de tensión. Esto implica que la Reserva Federal podría hallarse forzada a intervenir indirectamente —o directamente— para estabilizar las tasas largas, aun cuando no desee mandar señales expansivas en su política monetaria.
Por postrer, esta situación subraya la importancia de repensar la cimentación del mercado financiero. La política monetaria no puede especular en el vano: requiere un ecosistema de intermediación estable, profundo y diversificado. Reformas regulatorias que excluyan a los bonos del Hacienda del cálculo del apalancamiento bancario, el fortalecimiento del rol de los fabricantes de mercadoy la creación de mecanismos de unión de solvencia en momentos de estrés podrían convertirse en herramientas esenciales para preservar la efectividad de la política monetaria en un contexto de entrada deuda pública.
Implicaciones geopolíticas y geoeconómicas
Desde una perspectiva geopolítica, el desplazamiento de China y otros grandes acreedores del dólar con destino a otras monedas —como el euro, el franco suizo o incluso el oro— rebate a una dialéctica de diversificación que va más allá de los fundamentos financieros. La creciente fragmentación del orden financiero internacional está empujando a los países del Sur Completo a repensar su exposición al sistema monetario dominado por el dólar estadounidense, particularmente en presencia de el uso cada vez más frecuente de sanciones financieras por parte de Estados Unidos.
En este contexto, la reducción de tenencias en bonos del Hacienda no solo tiene implicaciones técnicas, sino igualmente estratégicas: refleja una preferencia por minimizar vulnerabilidades externas y aumentar la autonomía financiera.
Este engendro plantea desafíos para el status del dólar como moneda de reserva integral. Si correctamente el dólar continúa representando cerca del 60 % de las reservas internacionales, su décimo ha disminuido desde niveles superiores al 70 % a comienzos de los primaveras 2000. La competencia por el rol de reserva se ha intensificado, no tanto por la capacidad inmediata de otras monedas para reemplazar al dólar, sino por el deseo de los países de desdolarizar parcialmente sus reservas en presencia de un entorno de creciente volatilidad política y financiera.
A esto se suma el interés en el uso de monedas digitales soberanas y en acuerdos de compensación bilaterales entre países del Sur Completo, que erosionan lentamente la centralidad del dólar estadounidense en las transacciones comerciales.
Para los mercados emergentes, estos cambios presentan un dilema. Por un flanco, la diversificación de monedas de reserva puede ceñir su exposición al ciclo de política monetaria de la Reserva Federal, otorgando maduro flexibilidad para manejar sus propios marcos de estabilidad financiera. Por otro flanco, un incremento persistente en los rendimientos de los bonos del Hacienda —producto de la beocio demanda externa— puede derivar en condiciones financieras más restrictivas a nivel integral, elevando el costo de financiamiento foráneo, depreciando monedas locales y exacerbando las futuro de haber.
En conclusión, el reposicionamiento táctico de las reservas internacionales por parte de actores como China no es un engendro ocasional, sino parte de un proceso más amplio de transición geoeconómica, donde las decisiones financieras están profundamente entrelazadas con las tensiones geopolíticas. Si este patrón se mantiene, podríamos estar entrando en una nueva era de sistemas monetarios fragmentados, con múltiples centros de reserva y mayores desafíos para la estabilidad financiera mundial.