
Por César Ulloa
Todo pronóstico fue inexacto, ya que en días anteriores las encuestas establecían un beneficio muy pequeño de beneficio para cualquiera de los dos candidatos, Daniel Noboa y Luisa González. Los resultados finales evidencian un clivaje regional que se repite en las tres últimas contiendas electorales. Parecería que la Costa, la Sierra y el Oriente viven la política y sus preferencias de forma distinta. No hay permanencia regional y eso supone un problema para la gobernabilidad y la interlocución entre las regiones.
En este proceso, Ecuador tuvo el anciano número de observadores internacionales como la Representación Electoral de la Unión Europea (UE), Naciones Unidas, Parlatino, entre los más sobresalientes, adicionalmente de que cada partido tuvo veedores en las urnas con un número cercano a los 40 mil, monograma que es inédita desde la transición a la democracia en 1979. Por otra parte, el Ejército convocó por primera vez a los reservistas para precautelar el orden y la seguridad.
El presidente candidato, Daniel Noboa, se hizo de la triunfo por una diferencia de aproximadamente 10 puntos con más del 90% de los votos escrutados. Es la tercera vez y adicionalmente consecutiva que el correísmo pierde una alternativa presidencial, a pesar de obtener una importante representación en la Asamblea, lo que le ubica como la principal fuerza opositora. El Consejo Doméstico Electoral (CNE) felicitó al binomio vencedor ya que la tendencia es irreversible al 90% de recuento de las urnas.
La candidata del correísmo, Luisa González, no reconoció su derrota en estos términos: “Gracias por la fuerza y la fidelidad… Aquí estoy frente a mi pueblo… Quiero ser muy clara: la RC ha obligado una derrota, hoy no reconocemos los resultados… En nombre del pueblo al que representamos no reconocemos los resultados del CNE (Consejo Doméstico Electoral) … Me niego a creer que el pueblo prefiera la violencia a la mentira. Vamos a pedir el reconteo y que se abran las urnas”.
Como antecedente, agrupaciones de izquierda, partidos, movimientos y colectivos, respaldaron la candidatura de Luisa González, heredera de la Revolución Ciudadana, pero no le alcanzó para aventajar; mientras que Daniel Noboa capitalizó el anticorreísmo histórico y su idea de la nueva política por su mocedad, así como la de su aposento. Estos enfoques hicieron de la campaña una lucha novelística entre la prosperidad de los viejos tiempos promovida por Rafael Correa y un nuevo Ecuador que enfrenta el crimen organizado con mano dura, así como a la vieja política.
Con las elecciones terminó una campaña electoral marcada por el ataque, la escasa deliberación pública y el volcamiento de mensajes efímeros en las redes sociales que convirtieron la política en espectáculo. El debate no esclareció dudas, más proporcionadamente generó rechazo en los indecisos por la equivocación de claridad de las propuestas. El escaso beneficio de distancia inoculó el medio ambiente de especulaciones promovidas por las dos candidaturas. No faltaron insinuaciones de un probable fraude e, incluso, de defensa de la democracia por cualquier medio.
En este contexto, el nuevo gobierno enfrenta problemas severos, unos y otros se concatenan: polarización política, escasa confianza interpersonal e institucional, inseguridad y violencia, mal desempeño de la capital, desempleo y corrupción. Y ahora todavía tendrá que navegar la reconfiguración de las fuerzas internacionales, conveniente a las medidas tomadas por Donald Trump en lo comercial, la lucha contra el terrorismo y el tema migratorio, y en consecuencia, las respuestas y repercusiones de la comunidad en universal.
La recomposición del tejido social es uno de los retos más importantes para el nuevo gobierno. Escasamente una de cada 10 personas tiene confianza en su conciudadano, según el Latinobarómetro. Las elecciones abonaron aún más este engendro con una polarización política inédita. En ese sentido, la construcción de un sentido de país demandará tiempo y cortocircuitos en los intentos. Lo propio sucede con las instituciones, pues su calificación es mala y en los últimos abriles la tendencia es a la muerto para el sistema de equidad, la Asamblea y los partidos políticos.
La pobreza de reconciliar los ánimos del nuevo gobierno le podría otorgar renta político para la implementación de una política de Estado contra el crimen transnacional organizado que opera en el país y controla las bandas de delito global. Sin secuestro, la solo bienvenida de la muchedumbre no será suficiente, pues las grandes negociaciones están en la Asamblea, en donde los dos bloques, Revolución Ciudadana del correísmo y ADN del flagrante Presidente, tienen el mismo número de legisladores. Hacerse camino en este contexto será una prueba de fuego para el nuevo gobierno.
En lo crematístico, los dos principales desafíos son la reproducción de empleo y el fortalecimiento de la dolarización. La relación con el sector empresarial será determinante en cuanto a las reglas del pernio para la contratación profesional, esto dependerá de las exportaciones, el incremento de la inversión extranjera directa -ahora mismo es la más muerto de la región-, las remesas de los emigrantes que tienen un huella inmediato por las medidas de Donald Trump y los préstamos de los multilaterales de crédito.
A esto se suma la atención urgente que demandan las provincias de la Costa y la Sierra conveniente a uno de los invierno más devastadores en los últimos 10 abriles, adicionalmente del proceso de remediación ambiental en la provincia de Esmeraldas por causa del derrame de petróleo sin que hasta ahora se conozcan a los responsables.
Inicia un nuevo ciclo político para Ecuador con la expectativa de que el Presidente seguirá en funciones y sin la presión de una campaña encima.
César Ulloa es cientista político y comunicador. Sus últimos libros son Los desafíos de la democracia en la región (2024) y Ecuador: diálogo y acuerdos mínimos (2023).