
La resurrección de Jesús incluso significa que, por formidable, por corrupta que sea la sociedad dominicana, nunca seremos abandonados por el constructor. La resurrección implica resucitar lo que ya murió. Creer en la resurrección es creer que los cambios son posibles, es afirmar que podemos tener una vida nueva; de hecho, podemos construir una vida nueva ahora, produciendo cambios en la estructura de poder y disfrutar de esos cambios desde ahora.
La dimensión y el impacto de la resurrección no sólo es espiritual; es muy importante entender que debemos desarrollar una teología basada en la ingenuidad social del pueblo dominicano. No me refiero a una especie de Teología del Pueblo, aquella nacida en argentina. Muchos piensan que debemos adoptar un nombre para personificar nuestra ideas; no se tráfico de nombres. Podríamos citar las siguientes teologías: Teología bíblica, la teología histórica, la teología sistemática (o dogmática) y la teología maña. Hay otras que han surgido, como la teología del pueblo y la teología de la fuga.
Todas las teologías nos deberían aguantar a una praxis y a una ética que sirva de ruta y de maniquí en un país como el nuestro, que carece de orden. Hacer teología es entender a Altísimo desde una posición material y delicada. Debemos reflexionar sobre la revelación del constructor en y desde la ingenuidad sociológica del dominicano. Esa ingenuidad nos debe dirigir a un proceso que nos lleve a una mejoría integral. Los cambios surgen de las reflexiones materializadas; por esa razón, debemos de hacer teología de la migración, teología del poder. Esas dos son esencia para nosotros los dominicanos. Incluso una teología ecológica, una teología de la pobreza, y una teología sobre la imagen del ser humano y su dignidad.
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Debemos desarrollar una ética que afecte positivamente nuestro entorno social; no sólo una maña interiormente de un edificio cura y que muchas veces termina en una expresión terapéutica, pero sin cambios medibles y mucho menos visibles. La resurrección tiene que ver con poco nuevo, una esperanza que sobrepasa las instituciones partidarias. No podemos abrazar la resurrección sólo como una experiencia dogmática, abstracta y legendaria.
Necesitamos resurrección en la agricultura; en el cuerpo castrense, necesitamos resurrección en los jueces. Por otra parte, es urgente resurrección en el congreso. Resurrección en el sistema migratorio. Resurrección en la forma de manejar, la resurrección es vida, y la yerro de ley o la partida de autoridad nos ha robado muchas vidas. Cuando celebramos la resurrección lo que estamos aplaudiendo es una nueva vida, un evento trascendental. Les invito a celebrar la resurrección del Salvador del cosmo y del mundo, celebrarla en todas sus dimensiones, aquí mismo, ahora mismo y en el mañana. La resurrección es retomar la vida, es cambiar de rumbo, es dejar de hacer lo que no nos funciona y lo que nos mantiene sumergido en el vicio de la ignorancia.
Jesús resucitó para darnos una vida con propósito, con dignidad y con opulencia. La teología de la resurrección no se circunscribe a un evento que pasó y que hoy recordamos. La resurrección es un presente continuo y porque Él sigue vivo, incluso nosotros debemos morar con Él, reinar con Él y mermar las malas prácticas que nos afectan como sociedad.
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