
De los economistas quizás se calma demasiado. Quienes los consultan les hacen preguntas frecuentemente complicadas. La mayoría les cuestionan respecto de cómo ven las cosas y les piden su opinión sobre asuntos como la perspectiva del crecimiento financiero, el valía del dólar en pesos, las mejores inversiones o el precio del petróleo. Mucho menos son los que les solicitan que expliquen los motivos por los que poco aconteció en el pasado. El interés suele estar en el futuro, en entender qué sucederá, no tanto en conocer detalles de lo que ya ocurrió.
Por diversas razones, los economistas tratan de complacer esas peticiones. No suelen sentirse cómodos diciendo que no saben, lo que puede perjudicar su imagen, pero siquiera desean comprometerse con pronósticos aventurados. Y para conjugar entreambos objetivos, recurren a los modelos econométricos, construidos tomando en cuenta los factores cuya incidencia es más relevante en cada caso particular. Luego de suministrarles los datos básicos de partida, corren los modelos en las computadoras que los alojan y examinan los resultados del proceso. Elaboran entonces sus vaticinios teniendo presentes los niveles de confiabilidad que el propio maniquí determina para los títulos calculados. De ese modo los vaticinios adquieren el respaldo de instrumentos que por su carácter algorítmico poseen una fisonomía científica, decididamente imparcial y objetiva.
Pero sucede que para cualquier asunto que se quiera estudiar, suelen existir varios modelos predictivos disponibles, diseñados por diferentes personas y organismos. Escoger uno u otro puede ser una valentía arriesgada, pasible de ser calificada como el producto de preferencias personales subjetivas, razón por la que muchos economistas optan por apoyarse en promedios de resultados, ponderados por su récord de aciertos y fallos, igual que los meteorólogos prevén la trayectoria de un huracán en colchoneta a varias alternativas de simulación de su posible comportamiento.
Promediar modelos, sin bloqueo, no es una tarea tan sencilla como podría parecer. Requiere asaz más que sacar títulos medios o ponderados de los resultados individuales, pues hay que tomar en consideración las vinculaciones, superposiciones, incompatibilidades, bases de datos y desfases entre los distintos modelos utilizados. Hay técnicas disponibles para hacerlo, pero hay que osar cuál de ellas usar, y esto implica consumir un criterio que asimismo podría contener ingredientes subjetivos.