
La depresión postparto (DPP) no es amor ni exageración. Es una condición vivo, peligrosa y, en casos extremos, puede admitir a una psicosis que amenaza vidas. Reconocerla a tiempo puede auxiliar a una mamá, un bebé y una tribu entera. Para muchas mujeres, el principio de un hijo debería ser un momento de plenitud. Sin confiscación, para un porcentaje significativo de madres, el posparto se convierte en una pesadilla emocional y psicológica.
La depresión postparto (DPP) afecta entre el 10 % y el 20 % de las mujeres a posteriori del parto, y en casos graves, puede cambiar cerca de una psicosis postparto, una emergencia psiquiátrica severa. Hoy, más que nunca, dialogar de esto no es opcional: es urgente. La DPP no es el baby blues. Aunque muchas madres sienten altibajos emocionales durante los primeros días tras el parto, la depresión postparto es persistente, profunda y debilitante.
Se manifiesta con: Tristeza constante o irritabilidad – Sentimientos de yerro o inutilidad.- Llorera frecuente sin motivo claro. – Dificultad para vincularse con el bebé. – Problemas de sueño o comida (más allá de los esperables por el cuidado del recién nacido). – Pensamientos de hacerse daño o dañar al bebé.
Cuando estos síntomas se agravan y se suman alucinaciones, delirios o comportamientos incoherentes, estamos en presencia de un cuadro más severo: la psicosis postparto. La psicosis postparto afecta aproximadamente a 1-2 de cada 1000 mujeres y suele presentarse entre las primeras 2 a 4 semanas tras el parto. Es súbita, intensa y potencialmente peligrosa tanto para la mamá como para su hijo. No se manejo de “estar loca” ni de “ser débil”. La depresión postparto y su forma psicótica son enfermedades médicas que requieren tratamiento psiquiátrico.
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