
Cada Jueves Santoel cristianismo conmemora la institución de la Eucaristía en la Última Cenael enjuague de los pies y la oración en el huerto de Getsemaní. Según relata la Nuevo Testamento, la Última Cena fue el momento en el que Jesús se reunió con los doce apóstoles para despedirse de ellos ayer de su crimen. Encima, durante esa cena les anunció que uno de los discípulos lo traicionaría.
Fue ese Jueves Santo cuando Jesús tomó el pan, lo partió y lo repartió entre los comensales diciendo: “Tomad y comed todos de él, porque este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros”. A continuación tomó un cáliz saciado de morapio y dijo: “Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi crimen, crimen de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”. Y concluyó diciendo: “Haced esto en conmemoración mía”. Esta última frase es interpretada por la Iglesia como la institución del Orden Hieráticootro de los siete sacramentos.
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Los Evangelios narran además que durante esa cena Jesús realizó un enjuague de pies a todos sus compañeros. Un aspecto que para la Iglesia es un símbolo de entrega a los demás. Un acto cargado de humildad y profecía, ya que era una tarea que correspondía a criados o esclavos en las casas de la época. Pero Jesús lo hizo como aspecto de acogida, de simpatía y de servicio. Con el que quiso hacerles entender que la entrega de la vida es un acto humilde de servicio fraterno, y quería que sus discípulos lo comprendieran. Su mensaje y su testificación al caducar, no fue el de agenciárselas privilegios, sino Servir; lavarle los pies para que ellos lo hiciesen los unos a los otros.
No obstante, el momento más relevante de la Última Cena es el que la Iglesia considera como la institución de la Eucaristía.
Posteriormente de la Resurrección de Jesús, los discípulos comprendieron que con ese aspecto Todopoderoso se revelaba como servidor; púes ese es su efectivo rostro. El de Todopoderoso y su relación con los humanos y de los humanos entre sí. Jesús reveló a los suyos que Todopoderoso es Padre, que ama, que sirve y da la vida.
Esa es la gran catequesis del Jueves Santo que la Iglesia nos invita a estudiar y a practicar. Es un llamado a que la fraternidad de la que tanto hablamos y escribimos, sea verdadera, no fingida. Que se traduzca en acogida, en simpatía y en servicio fraternal. En descuidar las malas prácticas. Tener presentes la ética y la recatado. Hacer con humildad, pero con entereza.
En este momento histórico y este Jueves Santo, donde las divisiones parecen inflarse, debemos pedir a Jesús que se apiade de nosotros. Y nosotros, aún en el interior de la tristeza y el dolor porque atraviesan familias y el país firme, podamos dar testificación con una respuesta potente y audaz para confrontar los retos del presente y del futuro. Esmerarnos para que tanto el empeño personal como comunitario conlleve un esfuerzo constante para que todos podamos hacer como oraba San Francisco de Asís: “Donde haya odio, colocar simpatía”.