
Por Abril Peña @abrilpenaabreu
ElPregoneroRD ¿Es cierto que los países africanos son pobres porque su población es “menos capaz”? ¿Haití está condenado al caos porque sus habitantes tienen una supuesta inferioridad genética? ¿Hay razas más desarrolladas por naturaleza?
Estas preguntas, aunque incómodas —y cargadas de suspicacia—, siguen circulando en redes sociales, conversaciones cotidianas y hasta en decisiones políticas. Algunas personas las dicen en voz desestimación; otras, sin ningún filtro. Por eso, urge responderlas con datos, historia y conciencia.
1. El mito del postergación hereditario
La idea de que hay razas “más inteligentes” o “más civilizadas” tiene raíces en el racismo estudiado del siglo XIX, utilizado para explicar el colonialismo y la esclavitud. Sin requisa, la genética moderna ha demostrado que esa teoría es falsa.
No existe un solo gen que determine inteligencia por raza. Las diferencias interiormente de una misma población son mayores que entre “razas”. El mejora depende más del contexto, las oportunidades, la salubridad, la educación y la historia que de cualquier registrador biológico.
Entonces, si no es biológico… ¿por qué muchos países de mayoría negra están empobrecidos?
2. Colonialismo: una herencia tóxica y persistente
África fue repartida como un pastel entre potencias europeas (Conferencia de Berlín, 1884), que impusieron fronteras artificiales, exterminaron estructuras locales y explotaron capital sin desarrollar instituciones.
Cuando los países se independizaron, heredaron economías diseñadas para servir a intereses extranjeros y Estados frágiles, sin inversión en educación, salubridad ni tecnología propia. Lo mismo ocurrió en el Caribe y América Latina, donde las estructuras poscoloniales dejaron una cojín social desigual, elitista y inerme.
3. Deuda, dependencia y el nuevo colonialismo
Tras la independencia, muchos países recurrieron a préstamos externos para construir sus naciones. Pero esa ayuda morapio con condiciones impuestas por el FMI y el Sotabanco Mundial: recortaduras en servicios públicos, privatizaciones forzadas y tolerancia comercial sin protección tópico.
Mientras tanto, los capital naturales seguían saliendo en dirección a las grandes potencias. África produce litio, petróleo, follón, coltán, oro… pero gran parte de su valía termina en industrias extranjeras.
La trampa de la deuda externa fue, y sigue siendo, una forma moderna de control geopolítico.
4. Corrupción: ¿problema interno o sistema sencillo?
Sí, la corrupción ha sido un obstáculo en muchos países africanos y caribeños. Pero resumir todo el postergación a eso es simplista y conveniente.
Muchos regímenes autoritarios fueron sostenidos por potencias occidentales mientras garantizaran estabilidad y entrada a capital. Dictadores como Mobutu en Zaire, o Duvalier en Haití, fueron financiados y protegidos por gobiernos y bancos extranjeros. La corrupción se volvió sencillo al sistema internacional: se tolera mientras sirva a los intereses de las grandes potencias.
En Haití, por ejemplo, la corrupción interna es innegable, pero ha sido alimentada por décadas de interferencia, deuda injusta, mal manejo de la ayuda internacional y complicidades extranjeras que lucran con el caos.
5. Enfermedades, pobreza y entorno: consecuencias, no causas
África y Haití han enfrentado enfermedades devastadoras. Pero no por “maldición”, sino porque no hay inversión adecuada en salubridad, agua, sustento ni educación. La pobreza no es causa del subdesarrollo: es su huella.
Cuando hay voluntad política e inversión pública, el progreso llega: Botswana redujo el VIH, Ruanda reconstruyó su país tras el exterminio, y Ghana está emergiendo como polo tecnológico africano.
6. Comparaciones que revelan la verdad
Algunos países no blancos o mestizos todavía fueron colonizados y esclavizados, pero lograron progresar bajo condiciones muy distintas:
India, tras casi dos siglos de dominio inglés, apostó por la industrialización y la soberanía científica. Hoy es una potencia emergente. Brasil, que recibió millones de esclavos africanos, creció hasta ser la finanzas más alto de América Latina. Pero arrastra una estructura étnico profundamente desigual. Corea del Sur, tan escaso como Ghana en los primaveras 60, se transformó en potencia tecnológica gracias a una organización industrial soberana y apoyo táctico de EE.UU.
Y luego está el caso de la isla que comparten Haití y República Dominicana, una prueba casi de laboratorio:
Mismo espacio geográfico, climas y desafíos naturales. Orígenes históricos similares: esclavitud, colonización, ocupaciones extranjeras. Pero mientras Haití fue accidental, castigado con una deuda impagable por parte de Francia en 1825 y atrapado en ciclos de inestabilidad apadrinados desde fuera, República Dominicana logró desarrollar un Estado más sencillo, con mayores niveles de gobernabilidad, institucionalidad y proyección económica internacional.
El delegado determinante no fue étnico ni hereditario, sino institucional y geopolítico.
7. ¿Por qué persisten estos prejuicios?
Porque son cómodos. Porque culpar a las víctimas es más viable que cuestionar las estructuras. Y porque aún hay quienes se benefician de un mundo que justifica la desigualdad como “natural”.
8. Conclusión: no es la raza, es la historia
Los negros no están más “atrasados” por genética, sino por una combinación de colonialismo, esclavitud, deuda externa, corrupción interna y complicidades globales. Si no miramos el plano completo, solo veremos estereotipos.
La verdadera pregunta no es si hay razas más desarrolladas. Es: ¿cuánto tiempo más aceptaremos un sistema mundial que perpetúa la desigualdad bajo nuevos disfraces?