En el Día de la Tierra abandonemos el pánico y celebremos los avances medioambientales

A medida que se acerca el Día de la Tierra (22 de abril), resulta tentador creer que el mundo está al borde del colapso medioambiental. Constantemente nos inundan predicciones nefastas sobre una catástrofe climática y advertencias sobre la destrucción inminente del planeta. Pero esto es engañoso. En oportunidad de caer en una bucle de pánico, deberíamos tomarnos un momento para apreciar los notables avances que hemos conseguido en la mejoría del medio círculo y indagar que un delegado secreto es la prosperidad.

Hace 55 primaveras, cuando se celebró por primera vez el Día de la Tierra, el mundo afrontaba algunos desafíos medioambientales sombríos. Los ríos se incendiaban y las ciudades estaban asfixiadas por el smog. La contaminación del tonada y del agua era desenfrenada, sobre todo en el Oeste industrializado. Hoy en día, la contaminación atmosférica ha disminuido drásticamente en los países ricos. En las últimas tres décadas, el aventura de asesinato por contaminación atmosférica ha disminuido espectacularmente en más de un 70%, mientras que las vías fluviales se han vuelto más limpias y las naciones se han reforestado.

Sin incautación, en los países más pobres, el panorama es más complicado. Esto se debe a que, a medida que las naciones salen de la pobreza, la industrialización aumenta al principio la contaminación, antiguamente de que las naciones se vuelvan lo suficientemente ricas como para combatirla. Pero incluso en el mundo en crecimiento se están haciendo progresos. Veamos el caso de China, antiguamente famosa por su difícil contaminación, pero que ahora está limpiando activamente su tonada y su agua.

Para los siete mil millones de personas que no viven en el mundo rico, la contaminación del tonada extranjero empeoró entre 1990 y 2015. Pero como las emisiones de azufre han corto su punto mayor y han empezado a disminuir, las muertes por contaminación atmosférica extranjero en los países pobres se han escaso levemente.

Por otra parte, al centrarnos en las imágenes de las megaciudades asiáticas cubiertas de niebla tóxica, pasamos por parada la contaminación atmosférica mucho más mortífera que se produce en el interior de las viviendas de los más pobres del mundo. Este problema tan desatendido se deriva de la pobreza energética, que obliga a la muchedumbre a reconocer de la biomasa tradicional (tronco, cartón y estiércol) para cocinar y calentarse. La Ordenamiento Mundial de la Vigor calcula que 2100 millones de personas viven en hogares que están muchas veces más contaminados que incluso los peores días al tonada librado en Delhi o Pekín, lo que equivale a que cada persona fume dos paquetes de cigarrillos al día. Aún hoy, la contaminación del tonada interior mata a más de tres millones de personas al año.

Sin incautación, un referencia espectacular del Día de la Tierra que casi nadie celebra es que la contaminación del tonada interior en el mundo menos rico se ha escaso en más de la fracción desde 1990. Esto significa que cada año se salvan más de cuatro millones de vidas.

¿Cómo se ha conseguido este progreso? A través de la prosperidad, lo que significa que menos personas pobres dependen del estiércol y el cartón para cocinar y calentarse; en su oportunidad, utilizan fuentes de energía mucho más limpias y mejores, como el gas natural y la electricidad.

De hecho, en muchos sentidos el longevo contaminante es la pobreza. Cuando la muchedumbre lucha por sobrevivir, las preocupaciones medioambientales pasan a un segundo plano. Pero a medida que los países se hacen más ricos, pueden modificar en tecnologías más limpias, regular las industrias y centrarse en mejorar la vigor pública. La prosperidad no se limita a mejorar el nivel de vida y la avituallamiento y a hacer a la muchedumbre más resistente a los retos medioambientales, sino que incluso hace que las sociedades mejoren activamente su medio círculo.

Existe una clara conexión entre los ingresos de una nación y su rendimiento medioambiental. Cuanto más rico es un país, mejor gestiona su medio círculo, como demuestra el Índice de Rendimiento Medioambiental de la Universidad de Yale. Una sociedad centrada en el crecimiento crematístico no sólo puede sacar a la muchedumbre de la pobreza, sino que incluso abordará la contaminación e invertirá en prácticas sostenibles.

Por desgracia, el movimiento del Día de la Tierra y el ecologista en caudillo, suelen ignorar las soluciones prácticas y prefieren el sensacionalismo. Muchas de las predicciones medioambientales que acapararon la atención en los primaveras setenta resultaron alarmistas y erróneas. Se nos dijo que nos quedaríamos sin la mayoría de los fortuna, que la superpoblación provocaría una catástrofe mundial y que en 1985 tendríamos que usar máscaras de gas en el extranjero. Ninguna de estas predicciones se materializó, pero alimentaron una civilización del miedo y una mala asignación de los fortuna.

Hoy vemos cómo se repite este patrón, sobre todo en lo que se refiere al cambio climático. Sí, el cambio climático es un desafío efectivo, pero debemos mantenerlo en perspectiva. No es la amenaza existencial que algunos nos quieren hacer creer. De hecho, en el final siglo las muertes por desastres relacionados con el clima, como tormentas, inundaciones, sequías e incendios forestales, han disminuido en un importante 98%. Esto no se debe a que el medio círculo haya permanecido inmóvil, sino a que la innovación y la ajuste humanas nos han hecho más resilientes.

La sinceridad es que no estamos al borde del cauce. En oportunidad de asustarnos con una retórica sensacionalista para utilizarse billones de dólares en políticas climáticas deficientes, deberíamos centrarnos en soluciones prácticas e inteligentes que puedan marcar una diferencia efectivo. En el caso del cambio climático, esto significa modificar en innovación en energía verde. Cuando se proxenetismo de uno de los mayores retos medioambientales del mundo, deberíamos consumir con la contaminación del tonada interior y redimir 3 millones de vidas cada año, sobre todo gracias a la prosperidad y al llegada a una energía limpia, baratura y confiable.

Con motivo del Día de la Tierra, no debemos alarmarnos, sino celebrar los inmensos avances medioambientales que hemos corto y aquellos que lograremos mientras continúe la prosperidad.

Dr. Bjorn Lomborg es presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su final ejemplar es “Lo que sí funciona”.

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