
La construcción social es uno de los nociones sociales que nos ha afectado de forma colectiva, porque nos enseña cosas que no son reales y mucho menos alcanzables, nos vende sueños que se evaporan de la misma forma que se derriten de modo calmosa y escalonada los trozos de hielo asfixiado por nuestras manos tibias y húmedas. La construcción social nos entreteje e inventa teorías para hacernos creer que podemos conducirse mejor, pero nos priva de las herramientas necesarias para que esto suceda. Cuando eso no sucede, sabiamente se deposita un sabor de esperanza que genera suma, ¡y no hablo de añadido!, porque solo se resta; y así, seguir rastreando el sujeto o ideología que nos devolverá y llenará el infructifero existencial que todos llevamos de forma subrepticia. Así es, aquel infructifero que buscamos satisfacer con beneficios y con poderes sin una ética reformadora. Es por eso que usamos la maña hedonista, la cual nos lleva a otra construcción social más delicada y mortífera, dejándonos con pañales desechables y cubiertos de estiércol originado de una hipocresía ideológica y mortífera.
Un ejemplo de constructo social fue el maniquí o la imagen mental sobre la riqueza, nos insertaron desde la albor que las riquezas eran malévolas, no solo las ideologías políticas formaron el prototipo de varias generaciones, todavía debemos adicionar el ambiente teológico con una hermenéutica subjetiva basada en percepciones y afectadas por vivencias culturales y sociológicas, la cuales nos han hecho daño hasta el día de hoy. A muchos nos hicieron observar culpables sobre la bono de suscitar fortuna de forma excesiva, porque poseer riquezas era pernicioso, malévolo y hasta pecado que nos separaba del Edificador del cosmo.
Tanto la riqueza como la pobreza son temas muy complejos y delicados. Lo que no podemos dejar arrinconado es la verdad axiomática de que el ser humano está diseñado para conducirse una vida en cantidad y en autogobierno. Cuando un país como el nuestro, República Dominicana, se conforma y abraza la pobreza como una “virtud”, viviendo cada día sin agua potable, con un nivel de educación escolar de los más precarios de Iberoamérica, con un tránsito caótico, con un sector político intocable y exentos de consecuencias y castigos, entonces podemos sostener que hemos mordido el arponcillo de esa imagen mental construida por la construcción social de sectores que no poseen una identidad social cristalizada.
Un Estado que no posee una ética definida del poder y del fortuna, es un país condenado a conducirse en la pobreza y sin cantidad; y precisamente el maduro peligro es que una ideología subyugue a toda una vivientes a conducirse de rodillas cuando sus piernas poseen la capacidad para levantarse y formar un nuevo camino de cantidad. Pero a los poderes políticos les gusta la pobreza, estar rodeados de pobres en el contexto partidario es una superioridad, porque los pobres están sin piernas emocionales. Claro, siempre hay una salida y una opción, y aquí la dejó: “Los más indicados de ponerles prótesis para que se levanten los que están sin piernas emocionales, son los mismos empresarios, en coordinación con los políticos, y cuando esto suceda (y no es una tarea utópica) el país será seguro para los políticos, para los empresarios y para todos los sectores que ensamblan los rieles del Estado dominicano. Los precursores del caos o del orden se encuentran en el mismo círculo de bono, lo que debe cambiar es la ética de bono. Claro, para eso algún debe cicatrizar esa salida, y yo diaria, es empresa transformadora.
Está muy claro y la historia lo ha mostrado, la riqueza es necesaria, la pobreza hay que mermarla, los políticos son secreto en este proceso y los empresarios determinantes. ¡Pero nos hace desidia una ética colectiva de la dignidad social, del fortuna y del poder! Aquella que enseñó John Wesley, aquel clérigo, proselitista y teólogo anglicano britano, cuando expresó: “Deseo todo lo que puedas, ahorra todo lo que puedas y da todo lo que puedas”. Para el fundador del movimiento metodista, la correcta producción y la sensible distribución de esas ganancias y riquezas era la secreto para construir un país más vivible y con cantidad. Alguno escribió: “John Wesley no se oponía al fortuna, ni creía que fuera malo. Lo más importante era lo que la masa hacía con el fortuna”.
Cuidado con los extremos de las ideologías, esos extremos sólo generan hombres y mujeres sin piernas. Y hoy, hoy más que nunca necesitamos una sociedad con piernas y con conciencia.