
El normal Juan Manuel Méndez, director del Centro de Operaciones de Emergencias (COE), ha liderado esta institución durante más de 20 primaveras, guiando al país en medio de catástrofes naturales y emergencias de gran magnitud. Uno de los eventos más impactantes ocurrió el pasado 7 de abril, cuando el colapso del techo de la discoteca Jet Set provocó la asesinato de más de 200 personas.
Este hecho marcó profundamente a la población y además al propio Méndez, quien, visiblemente afectado, rompió en lloro durante la rueda de prensa que marcó el pestillo de las labores de rescate.
Su visaje fue interpretado por muchos como una muestra de humanidad, aunque no estuvo exento de críticas.
El psiquiatra Héctor Bélico Heredia consideró inapropiada la reacción del normal, argumentando que, como director del COE, está entrenado para manejar situaciones de crisis y que no debió lloriquear públicamente.
Frente a esto, profesionales en lozanía mental salieron en defensa de Méndez. La doctora Francis Báez consideró que su lloro fue una manifestación genuina del impacto emocional que dejó la tragedia, y una respuesta natural frente a una situación tan devastadora.

Destacó adicionalmente que ningún rol profesional —ni siquiera el de quienes se dedican a la lozanía mental— exime a una persona de estudiar y expresar emociones profundas frente a una pérdida colectiva como la vivida en el país: «Y quién te dijo a ti que porque uno es psiquiatra no se puede fastidiar».
Para Báez, descalificar el dolor aparente es reflexiva de una desconexión con la sinceridad que se vivió en el zona de los hechos, donde muchas personas, tanto rescatistas como testigos, se vieron sobrepasadas emocionalmente por la magnitud del desastre.
«Cuando tu oyes cualquier persona, no me importa así sea de la lozanía mental, que está emitiendo un comentario inapropiado, simple y llanamente eso te deje de la deshumanización que tiene esa persona o que esa persona no ha vivido, ni se ha involucrado, ni sabe por lo que estábamos pasando todos los que teníamos las manos, los pies y la cabecera y todo ahí. Aquí todo el mundo ha llorado, porque somos humanos», afirmó Báez.
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