
Cuando en 1842, los vascos se establecieron en la comunidad de Mugica, nunca imaginaron la trascendencia de una raíz acostumbrado capaz de producir dos versiones tan disímiles. La primera, una expresión autoritaria con categoría presidencial: Gabriel Earth. Y la segunda, el mítico Tupamaro de insuperable resistor y una fenomenal historia que le catapultó al punto más suspensión de respeto político en toda la región.
Con 13 primaveras de prisión en su historia, su cursus honorum transcurrió desde la diputación al Senado, con un paso por el Ocupación de Agricultura, hasta alcanzar la mando del gobierno para, desde allí, renunciar a toda clase de jerarquías y hacerse cargo la condición de simple militante. Un cuadro que lo describe de cuerpo impasible, retratando la factibilidad de hacerse cargo comportamientos sublimes y demostrando la dignidad de los que practican el dimisión auténtico sin creerse amos del universo partidario.
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Pepe Mujica no gravó en su corazón el dolor ni se dejó conducir del espíritu retaliador. Menos aún, siguió las recetas ideológicas propias de otra época, difícilmente practicables en un contexto caracterizado por otra dinámica social, política y económica. Pepe entendió los cambios sin renunciar a sus principios, desdeñando con hermosura la fascinación por el oropel de exponentes presidenciales con inclinación de reproducir, bajo sombrillas izquierdizantes, todas las manías que criticaban a sus adversarios.
Lo trascendente del comisionado de Pepe Mujica debe asociarse a su profundo componente humano. A ese componente que lo contrapuso a una desdichado tradición característica del continente iberoamericano, tan amiga del ostentación y de asociar el éxito electoral con el lucro patrimonial de quien ha sido presbítero por la voluntad de la mayoría ciudadana.
Así, con sencillez, se despidió Pepe del mundo de los mortales. Cerca de su eterna compañera Lucía Topolansky, asignando al apego una categoría de revolución transformadora singular para toda mujer que alcanza el firmamento con las manos, al comprobar una olímpica pasión por su socio de aventuras políticas y cónyuge.
Ahora, llegas a la categoría de interminable referente. Un adiós y ejemplo de vida por siempre. Ya comenzó, el interminable Pepe.