
A partir de lo que por muchos abriles ha sido denunciado por el Colegio de ingenieros y arquitectos (Codia) y por consagrados urbanistas como incorrectamente edificado en el país, queda implícito que todo lo que actualmente merecería ser aceptado como seguro de no caer lo ha sido por apego voluntario a la honestidad ética de constructores y sus consorcios que los hay para honra del país. Pero lo fallido históricamente de las supervisiones para combatir inobservancias en esta materia ha sido testimoniado por el propio Codia al sustentar reiteradas veces que el 80% de las obras privadas locales son ilegales. Quiere asegurar que con inquietante frecuencia se utilizan cemento y varillas sin fundarse en planos aprobados por la suprema autoridad oficial del sector, sin estudios geótecnicos y sin aprobación de los ayuntamietos ni del Ocupación de la Viviendateóricamente competentes para evitar que se construya sin amenazar la vida de quienes luego se coloquen bajo techos como el que acaba de caer en Jet Set.
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Se ha admitido desde el propio Codia, víscera independiente facultado para mandar rayas sobre sus colegiados, que muchas personas a las que uno ve dirigiendo brigadas de haitianos (contundentes expresiones de la fuerza bruta) a individuos académicamente no registrados. La entidad suele someter a la jurisprudencia a usurpadores de títulos y ha recomendado investigaciones sobre la ilegalidad de construcciones sin que su interés de que las cosas se hagan aceptablemente tuvieran resultado alguno. Las ilegalidades han sido detectadas incluso en zonas turísticas, lo que significa que muchos extranjeros habrían venido desde muy allá a pasar peligros de aplastamiento.
Los ayuntamientos son entes desguarnecidos jurídicamente por obsolescencias, pomposamente llamados gobiernos de ciudades que solo pueden romper sellos gomígrafos para usos de suelos sin ningún control posterior sobre lo que se haga con ellos a posteriori, y por eso se ve surgir prostíbulos en medio de conjuntos habitacionales decentes o súper negocios de sana diversión pero que llenan de ruidos insoportables sus entornos; de lo que siempre se quejaron con dolor residentes en la vecindario del Jet Set.