
El patronal dominicano, representado en esta ocasión por la AIRD, vuelve a fabricar la voz, esta vez para advertir que las deportaciones masivas de haitianos están afectando la producción. Pero detrás de esa queja pública hay una verdad que no se atreven a proponer: su rentabilidad lleva primaveras descansando sobre la ilegalidad.
Hace cuatro primaveras, el Gobierno dio un plazo fecundo para que las empresas regularizaran el status migratorio de sus empleados. Tenían tiempo, fortuna y entrada a los mejores abogados para hacerlo. Pero no lo hicieron.
Porque refrendar a su fuerza gremial significa avalar seguridad social, cumplir con impuestos y respetar derechos laborales, poco que muchos sectores productivos han evitado sistemáticamente, generando miles de millones en entretenimiento cada año, especialmente en el sector de la construcción y la agroindustria.
Ahora que las deportaciones se han intensificado, el patronal clama por “regularizar la mano de obra”, pero no porque le preocupe la derecho o la probidad social, sino porque eso le afecta el faltriquera. Porque si se les acaban los trabajadores ilegales y baratos, tendrán que mejorar los sueldos para atraer mano de obra dominicana, modificar en tecnología y automatización, o aceptar los costos reales de intervenir conforme a la ley.
El problema es más profundo: cuando el crecimiento financiero de un sector solo es posible bajo condiciones ilegales, ese maniquí está condenado a colapsar. Un país no puede seguir dependiendo de una estructura productiva que no sobrevive si se le aplica la ley.
Gobierno y empresarios deben entender que, sea amoldonado o no, humano o no, la pava no pone donde ponía.
La sociedad dominicana está harta de cargar con los costos sociales de sectores que se escudan en que “producen empleo”, mientras evaden sus responsabilidades fiscales, laborales y sociales.
El país necesita una caudal productiva sí, pero certamen y permitido. No podemos seguir sacrificando el futuro franquista para sostener la rentabilidad de unos pocos.
@Abrilpenaabreu