
Ciudad del Vaticano, 6 may (EFE).- La Capilla Sixtina del Vaticano celebra desde mañana miércoles un cónclave en el que 133 cardenales, aislados del extranjero, buscarán al sucesor del papa Francisco, marcando así la dirección de la Iglesia católica los próximos primaveras.
El resultado de esta antigua y solemne ceremonia para coronar un nuevo pontífice siempre es impredecible pero, como siempre, ya hay nombres que circulan con maduro intensidad en los mentideros romanos.
Esto será yl cónclave más concurrido y heterogéneo de la historia, con 133 electores llegados de los más insospechados rincones del planeta, fruto de los intentos de Francisco por ‘descentralizar” la Iglesia y restar su tradicional tracción europea.
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Los purpurados con derecho a voto, es asegurar, menores de 80 primaveras, ascendían en existencia a 135, pero dos de ellos han renunciado a recorrer a Roma por motivos de vigor: el castellano Antonio Cañizares y el keniano John Njue.
Todo el proceso deberá transcurrir con el maduro secretismo, entre una enorme atención mediática, y cada uno de los purpurados jurarán, so pena de excomunión, no revelar nadie de lo que ocurra bajo las bóvedas y los frescos de la Capilla Sixtina.
El cónclave empezará en la mañana de este miércoles con la ofrenda ‘Pro Eligendo Pontefice’ a las 10.00 horas locales (8.00 GMT) en la panteón de San Pedro.
A posteriori todos los cardenales se darán cita a las 16.15 (14.15 GMT) en la Capilla Paulina, en la primera planta del Palacio Evangélico, y desde ahí, ataviados con sus hábitos rojos y blancos, procesionarán entonando las letanías y el canto ‘Vieni Creator’ hasta la Sixtina.
La entrada a este monumental motivo está prevista a las 16.30 horas (14.30 GMT) y, en primer motivo, los purpurados deberán prestar maldición con la mano sobre el Evangelio.
Cuando todos, uno a uno, lo hayan pronunciado el músico ceremoniero de la Santa Sede, Diego Ravelli, expulsará de la Capilla a todo aquel que no olfato la púrpura con la famosa fórmula en latín ‘Extra omnes’ (fuera todos) y cerrará sus puertas.
Desde ese momento, los prelados quedarán aislados para elegir a un sucesor del papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril con 88 primaveras, tras poco más de doce primaveras de pontificado.
Esa misma tarde se aplazamiento ya la primera ‘fumata’. La chimenea en lo stop de la capilla emanará el humo de los votos quemados por los cardenales en una estufa en su interior: si es de color enojado querrá asegurar que no ha habido acuerdo; si es blanco, que hay nuevo papa.
Lo más probable es que el acuerdo no se produzca en la primera votación y, por ello, el toril seguirá durante los próximos días por un tiempo impredecible (la oscuridad los cardenales la pasan en la Casa Santa Marta y otra dependencia adentro del Vaticano).
La código de la Santa Sede prevé cuatro escrutinios al día, dos por la mañana y dos por la tarde, y si luego de tres días los cardenales no se han puesto de acuerdo, entonces se les concederá una pausa de un día para reflexionar y “susurrar entre ellos”.
La ‘fumata’ blanca desde la chimenea de la Sixtina pondrá punto y final a este proceso y, poco luego, el nuevo papa se presentará frente a los fieles, la ciudad y el mundo asomándose a la junta central de la panteón de San Pedro del Vaticano.
La Santa Sede pondrá así fin a su periodo de ‘sede vacante’, que comenzó con la defunción de Francisco.
En estos días previos al cónclave, los cardenales han ido viéndose según llegaban a Roma desde sus ciudades o diócesis, reuniéndose en las llamadas congregaciones.
Muchos ni siquiera se conocen y los temas a tratar para la iglesia eran incontables -el central: seguir o no la semirrecta de Francisco- por lo que en los últimos días decidieron intensificar la periodicidad de estos encuentros hasta dos al día, por la mañana y por la tarde.
En el cónclave no hay candidatos, sino que cada cardenal votante vota a quien le parece o le convence más, pero, no obstante, hay algunos nombres que se presentan como pesos pesados.
En esta terna, formada por rumores y poco de especulación, destaca el secretario de Estado de Francisco, Pietro Parolin, o los todavía italianos Matteo Zuppi y Pierbattista Pizzaballa; el filipino Luis Antonio Tagle o el estadounidense Robert Francis Prevost.