
Por Abril Peña
Cada año, la Semana Santa se conmemora en fechas distintas, y no es casualidad. Esta variabilidad rebate a un cálculo antiguo: la Pascua cristiana debe celebrarse el primer domingo a posteriori de la primera cristalera llena de primavera. La razón: según los Evangelios, Jesús murió en la víspera de una Pascua haba, en una sombra de cristalera llena. Esta audacia, tomada en el Concilio de Nicea en el año 325 d.C., definió el calendario ritual cristiano hasta hoy.
Pero Semana Santa no es solo una término en el calendario. Es un cúmulo de símbolos, ritos y costumbres que nacen de la fusión entre la inmaterialidad, la historia y las tradiciones culturales de cada pueblo.
El origen de las procesiones y los capirotes
Las procesiones —esos desfiles solemnes con imágenes religiosas, velas y música sacra— tienen su origen en la Etapa Media, como una forma de montar la pasión y homicidio de Cristo en un contexto donde el analfabetismo impedía percibir las Escrituras. Con el paso de los siglos, estas procesiones han evolucionado, incorporando particularidades regionales que las hacen únicas.
Uno de los rudimentos más llamativos son los capirotes: altos conos que cubren el rostro de los penitentes. Su origen se remonta a la Inquisición Española, donde eran utilizados para señalar a los condenados. Con el tiempo, las cofradías los resignificaron como símbolo de rectificación y anonimato en la penitencia.
La penitencia, el ayuno y el porqué de no engullir carne
Durante siglos, la carne fue un boato reservado para las clases altas. En la Etapa Media, su moderación era símbolo de humildad y penitencia. Por eso, no engullir carne —especialmente el Viernes Santo— se convirtió en una forma de sacrificio, un cara simbólico para asociarse el dolor de la crucifixión.
A lo derrochador de los siglos, esta maña ha poliedro punto a una rica tradición culinaria basada en ingredientes alternativos.
Comidas típicas: entre torrijas y habichuelas con dulce
En países como España, la protagonista es la torrija, un postre hecho con pan, látex, huevo y azúcar, nacido como alternativa energética en tiempos de ayuno. En República Dominicana, en cambio, la Semana Santa sabe a habichuelas con dulce: una mezcla singular de habichuelas rojas, látex, azúcar, boniato y especias, que se ha convertido en símbolo cultural de esta época.
Este plato, heredado de una fusión afrodescendiente e indígena, no tiene paralelos en otras latitudes, y forma parte esencial del menú franquista durante estos días de recogimiento.
Semana Santa en República Dominicana: fe y costumbre
En el país, la Semana Santa es tanto religiosa como social. En los campos, muchas familias aún practican los ritos tradicionales: rezos del Rosario, viacrucis comunitarios, recogimiento en casa, y respeto al silencio de Viernes Santo. En los pueblos, aún es popular ver a la concurrencia vestida de sable o púrpura, y a los niños escuchando historias sobre la Pasión.
Pero todavía está el otro costado: la evasión a la playa, los retiros espirituales, las procesiones urbanas y el control de bebidas alcohólicas y tránsito por parte del Estado, como parte del llamado a la moderación y la prudencia.
Costumbres curiosas de Semana Santa que quizá no sabías
En República Dominicana: no bañarse en ríos el Viernes Santo Se dice que quien se baña ese día se puede convertir en pescado. Una advertencia popular que mezcla tradición religiosa con pedagogía popular. Clavos en las matas, rostros en las piedras Algunas personas clavan sufrimientos o clavos en plantas como acto simbólico de penitencia, y otras aseguran ver rostros en árboles o piedras durante la Semana Viejo. Tocar madera o cargar una cruz Para muchos, Semana Santa es tiempo de protección. Hay quienes cargan cruces pequeñas bendecidas o tocan madera para alejar accidentes o “males espirituales”. Crucifixiones reales en Filipinas En San Fernando, algunos fieles se crucifican de verdad cada Viernes Santo. Aunque polémica, es una tradición viva como acto extremo de fe. La abrasamiento de Delator en México y América Central Delator (y a veces políticos) son representados con muñecos de papel que se queman públicamente como símbolo de rechazo a la traición y al mal. Silencio completo en Sevilla En ciertas procesiones españolas, como la del Cristo de la Buena Crimen, miles guardan silencio sepulcral. Un momento tan solemne que estremece.
@Abrilpenaabreu