
Ay chismosa lavandera, deja el mundo que se muera, cantaba un ventilación caribeño, desenvuelto y bueno de zapatear.
Merengue, importante, aceptablemente apambichao, aceptablemente amoñoñao.
Gabriel García Márquezel ilustre cronista del Caribe, en uno de sus célebres cuentos dice que en el pueblo no hay ladrones y, entonces, se descubre que han robado varias bolas del sobresalir de troneras y búsqueda y búsqueda y búsqueda.
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Todavía estranguló palabras, consejos y hablillas sobre brujos, adivinadores y toda suerte de leyendas, creencias, especulaciones.
Tan importante y trascendente es su obra que mereció el apetecido galardón mundial Premio Nobel de Humanidades.
Fue el triunfo del rumor, de quienes usamos las redes la conseja, que rueda como candelita de albañal, que nunca se apaga, que deja la duda sobre si ciertamente la bella Remedios se mudó para el Gloria.
Aplaudo, celebro las informaciones y desinformaciones que circulan en las redes sociales. Son una forma de entrenamiento de la sencillez de expresión que se practica con responsabilidad o sin ella.
Somos tan buenos o tan perversos como los demás.
Recordemos que el café y el arroz se trillan para separar la paja del golondrino.
Las redes sociales son una sinceridad insoslayable. Aprendamos a usarlas aceptablemente.