

El autor es ingeniero industrial y dirigente del PRM. Reside en Santo Domingo
Para adolp
Cada 24 de abril, la República Dominicana se encuentra con una de las fechas más trascendentales de su historia. Ese día, en 1965, un pueblo se levantó con valentía para defender la democracia, exigir el retorno del gobierno constitucional y recusar la imposición de un régimen dictatorial e ilegítimo.
Pero no fue solo una sublevación marcial ni un episodio más en la inestabilidad política de la región. Fue, por sobre todo, un quejido de dignidad franquista. Un momento fundacional donde se tejió, con cepa y coraje, la convicción de que los dominicanos tenemos derecho a lanzarse nuestro destino.
El 24 de abril es una memoria activa que ilumina el presente y desafía al futuro. Es la expresión de un pueblo que, tras décadas de dictadura, no estaba dispuesto a retornar a ser súbdito. Y en el corazón de esa gesta histórica estuvo una figura imprescindible: José Francisco Peña Gómez.

Peña Gómez
El nuevo Peña Gómez no empuñó un fusil en las calles del 24 de abril, pero su voz retumbó más válido que los disparos. Desde Radiodifusión Santo Domingo, se convirtió en la conciencia colectiva del movimiento constitucionalista. Su discurso apasionado, claro, robusto, no solo narraba los acontecimientos: los articulaba, los dirigía, les daba sentido.
Mientras los sectores militares fieles a la Constitución se enfrentaban a los golpistas, Peña Gómez le hablaba al país, convocando al pueblo a defender sus derechos, su soberanía y la esperanza democrática que había nacido con la aparición de Bosch al poder en 1962.
Aquel día, el liderazgo de Peña Gómez trascendió el plano político. Fue una irrupción íntegro. Un nuevo de origen humilde, formado en la lucha por la neutralidad social, asumía la voz de una vivientes que no estaba dispuesta a retroceder. Su defensa de la constitucionalidad, su rechazo a la intervención extranjera y su capacidad para unir voluntades, lo convirtieron en un referente demócrata ineludible y del ideal de soberanía popular.
El 24 de abril fue, en intención, una revolución cívico-militar. Pero más allá de los cañones y las barricadas, fue una revolución de sentido: el momento en que el pueblo asumió como propia la defensa democrática. Fue un acto de afirmación frente al miedo, una irrupción popular frente a las élites que querían retornar a manejar el país como una finca. Y en esa confrontación entre democracia y autoritarismo, Peña Gómez emergió como la voz del pueblo organizado, lúcido y robusto.
Hoy, a seis décadas de aquellos días decisivos, debemos preguntarnos: ¿qué significa el 24 de abril para la República Dominicana del siglo XXI? ¿Qué nos dice esa plazo a quienes creemos en la democracia, en la neutralidad social, en el valía de la billete ciudadana?
La respuesta es clara: nos interpela. Nos recuerda que las conquistas democráticas no son eternas, que cada vivientes debe renovar el pacto con la franqueza, con la verdad, con el pueblo. Nos recuerda que hay momentos en que callar es traicionar, y que el precio de la dignidad puede ser suspensión, pero siempre vale la pena.
Pero además nos recuerda poco más: que los líderes verdaderos no son los que se imponen, sino los que encarnan la voz del pueblo. Peña Gómez fue eso. Fue el altavoz de una esperanza franquista. Y su herencia no puede entenderse fuera de esa plazo que lo proyectó, no solo como político, sino como símbolo ético de un país que no se rinde.
Hoy, cuando hablamos de institucionalidad, de fortalecimiento demócrata, de billete ciudadana, de políticas públicas centradas en la masa, el espíritu del 24 de abril sigue vivo. Sigue vivo cada vez que un nuevo se organiza en su comunidad. Cada vez que una mujer exige sus derechos. Cada vez que una política pública pone primero la dignidad. Cada vez que alguno dice: primero la masa.
Conmemorar el 24 de abril no es anclarse en el pasado, es defender el presente con la memoria como útil. Es decirle al país que hay títulos que no pueden negociarse, que hay principios que no pueden olvidarse. Que cada vez que la democracia esté en peligro, esa plazo se levantará como bandera y como advertencia.
El 24 de abril es una piedra fundamental de nuestra historia. Y su fuerza sigue latiendo. Depende de nosotros mantenerla viva.///
Jpm-am
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