
Por Luis Felipe Rosa Hernández
Escuchar “Tribuna Democrática”, se convirtió en un habilidad para la mayoría de los dominicanos. Siempre esperábamos oír la potente voz con las orientaciones, de José Francisco Peña Gómeza través de Radiodifusión Comercial.
Yo tenía dieciséis primaveras en el 1965 y militaba en el Frente Estudiantil del MR14 de Junio, la Jecaju y en la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER) .
Ese día, 24 de abril, me preparaba para asistir a una reunión en el asociación donde estudiaba, cuando Peña Gómez, con el himno de la Marsellesa de fondo, hizo el anuncio dramático de que militares democráticos, encabezados por el capitán Mario Peña Taveras, habían apresado al Estado Viejo del Ejército Franquista, en el Campamento 16 de Agosto, emplazado en las cercanías de la haber, camino al Cibao.
Puede deletrear: Las agendas partidarias y demás
Salí de mi casa con la excusa de que iba al asociación a helminto con unos compañeros. En medio del desbordamiento de masas en las calles, respaldando la fuerte acto de los militares que procuraban el retorno de la Constitución de 1963 sin elecciones y el restablecimiento del Gobierno del profesor Juan Bosch, derrocado por el Trastazo de Estado patrocinado por la oligarquía, los militares trujillistas, un sector de la Iglesia Católica y la embajada norteamericana.
Yo formé parte de esas masas que, en medio de las escaramuzas, comenzó a demandar “Armas para el Pueblo’’. Mientras muchos se armaban y los militares constitucionalistas avanzaban paso a paso con destino a el centro de la ciudad, llegando hasta la avenida Mayor Gómez, la mañana del 25 de abril de 1965, todo apuntaba a la triunfo de ese sublevación, al que se sumaban las guarniciones militares de todo el país.
La suerte estaba echada. En la tenebrosidad del 24 de abril, Donald Reid Cabralvanguardia del nefasto Triunvirato gobernador, pretendió tener el control político y marcial del país. Vana pretensión. La revolución había estallado y se vislumbraba su éxito.
Corrieron velozmente las horas y los días. El pueblo ya armado, había derrotado a los cuerpos represivos tomando todos los cuarteles de la Policía, el canal oficial y hasta la sede del Gobierno, el Palacio Franquista. Se conformaron los comandos cívicos militares bajo el liderazgo de los más aguerridos y carismáticos combatientes, los famosos comandantes de abril.
La batalla del puente Duarte, enfrentado las tropas del CEFA que intentaban cruzarlo y penetrar la ciudad, fue una saga. El coronel Francisco Alberto Caamaño y el inverosímil Montes Arache, se crecieron como auténticos héroes militares.
El 28 de abril se produjo la segunda intervención yankee en el país. Procuraban impedir el restablecimiento de un gobierno demócrata. La revolución fue aplastada y muchos héroes y mártires pagaron con su vida, incluyendo mi hermano Franklin.