
Hace un siglo, ni la psiquiatría ni la psicología tenían los avances actuales, y al igual que la causa de las mujeres por la ciudadanía, ambas disciplinas estaban plagadas de mitos y leyendas. Lo cierto es que un punto de avenencia que se atisba entre las ciencias del alma y las vindicaciones de nuestras pioneras es la escritura.
A Karen Horney Y Margaret Floy Washburn, los ensayos metódicos que explican las fronteras de los pensamientos y comportamientos con los que lograban refutar la supuesta infravaloración mental que se les adjudicaba a las mujeres; pero para nuestras pioneras, Delia Weber de Coiscou, Isabel Luisa Amechezurra viuda Pellerano, Livia Veloz y Petronila Angélica Gómez Betún, entonar la tristeza y el dolor era esencial en su condición de féminas, y para esto se refugian en los versos.
Abracé estas poesías la mañana del ocho de abril pasado, cuando las noticiero llenaban de un capa de duelo al país; reencontrarlas, más allá de los estudios doctorales, nos llevó a aquellos días desconsoladores cuando un cáncer desgarrador cegó la vida de mi hermana, la médica psiquiatra Haydee Carolina.
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Es cierto que en estos momentos la tristeza inunda nuestros corazones, por lo que encontrar la luz es una audacia de resistor, para lo cual debemos apoyarnos de especialistas; más, estoy segura de que la poesía-ensayo de nuestra pionera Delia Weber de Coiscou, puede sosegar las arritmias del dolor:
¡Abrázame en la turbia corriente de tu dolor (…)! ¡Mézclame en tus tristezas y tus alegrías (…), y que el turbión nos deslizamiento sobre la cima que de altas y encumbradas parecen herir al Paraíso!
Publicada en octubre de 1924, en Fémina“Anhelos” está dedicada a la actriz de “Las emboscadas de Cupido”, Mignon Coiscou, quien atravesaba una profunda ansiedad, la cual la argumentista (Delia) percibe en medio de su obra de ficción… Es por eso que, al terminar esta poesía, vuelve a clamar: “¡Abrázame, aventajado amiga, en la turbia corriente de tu dolor!”.
Para el cinco de mayo de 1927, la impulsora del voto de las dominicanas, Isabel Luisa Amechezurra viuda Pellerano, recuerda con la breve poesía “A su Memoria”, la partida de quien fuera su marido, el poeta Arturo Bautista Pellerano Castro (Byron), merienda abriles antiguamente:
Sabías que la vida me guardaba si me faltabas tú, sus amarguras; que mi indefenso corazón quedaba a merced de sus sangrientas rasgaduras (…)
Posteriormente que de tus brazos no tuve el vallado. ¡Ay! Cuántas veces siento el corazón hecho pedazos. He pobre de dolor hasta las heces.
Es nuestra historiadora del feminismo dominicano, Livia Velozla que nos invita a averiguar las fuerzas frente a las adversidades en nuestra voz interior. Su poema “Restitución”, publicado en junio de 1929, es un canto a esas necesarias fortalezas que nos permiten avanzar:
Descenderé de nuevo, y tu camino por la ley esencial de mi destino, regaré con benéfica frescura. Y al transformarse en celestial torrente con blancas perlas, orlaré tu frente ya que fui lágrimas en tu desventura.
Siempre invitándonos en torno a el simpatía a la memoria de quienes fueron paz y luz en nuestras vidas, Petronila Angélica Gómez Betún escribe “Funeraria”, frente a el fallecimiento de la maestra regular Josefa Pérez Andújaren septiembre de 1923:
Al apagarse aquella luz fulgente, es tan cierta mi pena, que siento que el pesar nubla mi frente (sic) siento de tristor el alma llena (…) Más no… que nunca mueren las almas que dejan el huella de su luz sobre la tierra.
Hoy más que nunca, releemos estas poesías como un revolcón a la historia, la memoria y la resiliencia de las dominicanas y los dominicanos. ¡Que en cada verso encontremos consuelo, y en cada lamento el renacimiento de la fuerza que nos une!