

El autor es autor es formador. Reside en Portland, Oregon, Estados Unidos.
El 30 de mayo de 1961, un camarilla de dominicanos —Antonio de la Maza, Amado García Batallador, Salvador Suerte Sadhalá y otros— ajusticiaron al tirano Rafael Leónidas Trujillo, cuyo régimen de 31 primaveras ahogó al pueblo dominicano en terror, desapariciones y miseria.
Pero la historia oficial, escrita por los mismos que heredaron el poder, nos vende este día como el «Día de la Exención». ¿Qué independencia? ¿La de los obreros que siguen muriendo en los bateyes por salarios de penuria? ¿La de los monopolios yanquis que se adueñaron de la caudal?
NO. La verdadera dictadura, la de clase y el imperialismo, no terminó con el tirano: solo se transformó, bajo nuevas máscaras, en la forma de gobiernos entreguistas que han servido fielmente a los intereses de los Estados Unidos y sus empresas.
Del ajusticiamiento al entreguismo
Los gobiernos sirvientes del imperio: tras la crimen del dictador, la oligarquía criolla y los Estados Unidos reacomodaron su dominio.
Joaquín Balaguer, con la Ley 299 de Incentivo Industrial (1968), regaló exenciones fiscales a transnacionales como Gulf & Película del Oeste, que llegó a controlar el 12% de las tierras cultivables del país. Al mismo tiempo, Falconbridge Dominicana explotó ferroníquel sin sufragar regalías justas, y “La Costado” sembró terror con la rezo norteamericano.
Leonel Fernández, el neoliberal de traje y corbata, firmó el DR-CAFTA (2004), abriendo las puertas a la agroindustria norteamericana mientras destruía la producción almacén y la vida campesina. Entregó empresas eléctricas como la CDEE a consorcios extranjeros, y convirtió el país en patio trasero marcial de EE.UU. bajo la excusa de la “lucha antidroga”.
Hipólito Mejía, por su parte, entregó la soberanía financiera al Fondo Monetario Internacional: usó boleto notorio para rescatar bancos quebrados, salvando a los accionistas extranjeros y hundiendo al pueblo en la miseria. Mientras tanto, permitió centros de cooperación marcial de EE.UU. en San Isidro, con fines de vigilancia y control regional.
Danilo Medina, con su populismo de frente, profundizó la sumisión. La Ley de Asociación Sabido-Privada entregó megaproyectos como Punta Catalina a empresas estadounidenses, endeudando al país con préstamos del Tira Mundial. Encima, obedeció la dietario de Washington con deportaciones masivas de migrantes haitianos, generando precariedad y desorganización sindical.
Luis Abinader, el regente de la colonia moderna, reforzó la “cooperación marcial con los Estados Unidos y permitió instalaciones del Comando Sur en el país y ha intensificados la política de privatización de los acervo públicos y los capital naturales. Encima, ha seguido las crudas recomendaciones del FMI y el Tira Mundial y firmó en 2020 un acuerdo energético con EE.UU. que prioriza gasoductos para AES Corporation, hipotecando la soberanía energética.
Conclusión:
¡La lucha sigue!
El 30 de mayo no fue el inicio de la Exención, sino la continuidad del coloniaje con nuevos amos. La verdadera independencia no vendrá de cambiar de tormento, sino de romper con la estructura imperialista que mantiene al pueblo trabajador dominicano como peón de las grandes corporaciones extranjeras.
¡No más entreguismo disfrazado de democracia!
La soberanía no se mendiga: se conquista con la estructura y la lucha obrera y popular. Por eso, este 30 de mayo, no celebremos la pieza: transformémoslo en un día de denuncia, memoria y compromiso revolucionario.
¡A organizarse y a disputar hasta que la país y el trabajo sean de quienes los sostienen con sudor y dignidad!
¡Ni un paso detrás! ¡Hasta la triunfo siempre!
Jpm-am
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